lunes, 6 de diciembre de 2010

ALIMENTOS Y ALGUNOS PROCESOS GLOBALES

Los alimentos y su manera de consumo son en gran medida “hechos culturales”. Las sociedades le asignan a los alimentos diferentes significados dependiendo de los distintos momentos históricos. Los estilos alimentarios cambian con el tiempo y las culturas. Las formas de producción y de consumo de los alimentos reflejan como las sociedades viven y conciben el mundo.

En la sociedad global del siglo XXI, y a pesar de las diversidades nacionales y regionales, es posible vincular algunos grandes y relevantes procesos actuales con los alimentos. Acá van algunos ejemplos.

a) “Medicalización” de la vida. Las personas se preocupan e invierten cada vez más en salud. Entre los ítems de gastos de la población, el destinado a la salud es uno de los que más rápido crece. Como hemos sostenido en otras ocasiones, las personas buscan en los alimentos no solo satisfacer sus necesidades nutricionales, si no que también vitalidad y salud. El boom de los alimentos funcionales es posible explicarlo por esta gran tendencia de medicalización de la vida.

b) Hiperconsumismo. La actual es una sociedad del hiperconsumo, en la que no solamente se consume más sino que más variado y productos de calidad. En esta sociedad, según Lipovesky, el hiperconsumidor más que coleccionista de cosas es un coleccionista de experiencias. En el ámbito alimentario, las personas también exploran el consumo experiencial, a través del acceso a comidas exóticas y a nuevos estilos culinarios.

c) Nuevas relaciones con la ciencia y tecnología. La sociedad ya no tiene la misma fe ciega en la ciencia y tecnología como hace dos o tres décadas. Las crisis de inocuidad de los alimentos en Europa en los años 90 del siglo pasado y otras posteriores en distintas partes del mundo han llevado a que la gente sea más cautelosa con los alimentos que consume. Los consumidores y sus organizaciones cada vez están más interesados en la forma cómo se producen los alimentos y las tecnologías utilizadas en ello.

d) Cambio climático. Las evidencias de los impactos del cambio climático son día a día mayores. Si bien todavía la respuesta mundial a este gran desafío de la humanidad es aún insatisfactoria, desde los mercados más desarrollados están exigiéndose medidas que disminuyan las emisiones de los gases efecto invernadero. La huella de carbono está siendo una exigencia para los alimentos y lo será más en el futuro. Lo mismo sucederá en un tiempo más con la eficiencia en el uso del agua, a través de la exigencia de la huella hídrica.

e) Aumento de la autonomía personal. En la etapa actual de la modernidad, que algunos autores llaman modernidad tardía, la autonomía de las personas se ve incrementada. La gente construye su vida con menor referencia a los grupos de identidad tradicionales. Para muchos los alimentos constituyen también una fuente de identidad personal y motivo de ejercicio de la libertad individual. La enorme variedad de alimentos y de gastronomías a las que la población está teniendo acceso contribuyen a esta tendencia.

f) Economía del conocimiento. La economía del conocimiento es cada vez más una economía “ingrávida”, de intangibles, de software, de contenidos simbólicos, de aplicaciones masivas de las TICs y de la moderna biotecnología. Los alimentos tienen crecientemente más contenidos simbólicos. Ejemplo de lo que decimos es lo que pasa con los vinos, los quesos, el aceite de oliva y el café. La “narrativa”, el “cuento” y las marcas “la llevan” y muy probablemente seguirá siendo así en las décadas que vienen.

Los alimentos suelen expresar bastante bien como las sociedades viven, y ello se ve reflejado en muchos procesos y tendencias que hacen parte de las dinámicas más sustantivas de ellas. Así lo demuestran las relaciones de los alimentos con algunos de los ámbitos acá analizados, y constituyen aspectos claves de la nueva revolución alimentaria.

lunes, 11 de octubre de 2010

Una Agricultura post Revolución Verde

Durante el último tiempo, distintos autores e instituciones han ido enfatizando y concordando el planteamiento de que estamos viviendo un evidente agotamiento del paradigma de la revolución verde.

Tal agotamiento se expresaría, entre otros aspectos, en la dificultad de aquél paradigma para seguir aumentando los rendimientos agrícolas de acuerdo a las exigencias de la demanda y para disminuir el uso de insumos “poco amigables” con el medio ambiente tan característicos de la revolución verde.

Es mi convicción que el paradigma de la revolución verde está agotado desde hace tiempo, siendo fuertemente cuestionado por el cambio climático y por el nuevo paradigma tecno-económico y organizacional generado a partir de los desarrollos de las TICs y de la biotecnología moderna.

El paradigma tecnológico de la revolución verde es parte de la sociedad industrial, de la primera modernidad; tiempo en que se crean nuevos riesgos pero no se tiene conciencia ni se actúa sobre ellos. Fue el tiempo de la intensificación de la producción agropecuaria y del manejo uniforme de predios y planteles. Fue la época de la estandarización y de los volúmenes, más que de la calidad y de la variedad.

A ese paradigma correspondió una determinada forma de concebir y “hacer” agricultura, de entender la modernización agrícola y de medir el desempeño sectorial. El paradigma tecnológico post revolución verde se desarrolla en el contexto de la “sociedad del riesgo”, y como tal aprovecha la acumulación de conocimientos generada en las décadas pasadas y empieza a hacerse cargo de los temas no resueltos en esa época y de las nuevas demandas de la sociedad, como es el disponer de más, mejores y más variados alimentos.

La producción de más, mejores y más variados alimentos debe hacerse generando menos gases efecto invernadero, con un uso más eficiente del agua, básicamente en la misma superficie de tierra, con nuevos estrés bióticos y abióticos y con una mayor vigilancia de la sociedad en relación a las formas de producción. Además el nuevo paradigma tecnológico agroalimentario debe tener presente que a estos alimentos se les exige satisfacer crecientemente nuevos propósitos y no solo nutricionales: se busca en ellos salud, vitalidad, belleza, experiencias, mejorar los estados de ánimo. La lógica de acción en redes y el rol central de internet son parte también de esta nuevo paradigma.

En este escenario, se están cambiando sustantivamente algunas importantes lógicas impuestas por la revolución verde. Algunos ejemplos son el manejo uniforme de los predios, el cual está siendo sustituido crecientemente por la agricultura de precisión; el alto uso de insumos como fertilizantes, cuestionado por sus efectos en la concentración de gases de efecto invernadero; y la apuesta al desarrollo de un solo tipo de agricultura, lo que se reemplaza por una pluralidad de formas de hacer agricultura: tradicional, transgénica, orgánica, etc.

La modernización agrícola no tiene por lo tanto una sola opción y trayectoria. Tal modernización ya no significa más la utilización de determinados insumos y el domino de una sola racionalidad como puede ser la relación costo / beneficio. Además, en la era de la agricultura del conocimiento y de la nueva revolución alimentaria la forma de medir el desempeño sectorial empieza a incorporar nuevos indicadores como el rendimiento por unidad de agua y la huella de carbono. Los conceptos de “a la medida” y de “precisión” empiezan a ser centrales, como igualmente lo es el de la diferenciación.

Vivimos los inicios de una nueva era en los más distintos ámbitos del quehacer humado y también en lo agrícola y lo alimentario.





miércoles, 1 de septiembre de 2010

Nueva Revolución Alimentaria: El protagonismo del consumidor

Un aspecto central de la revolución alimentaria global es el perfilamiento de un nuevo consumidor. Lipovetsky (2007) sitúan su nacimiento a fines de la década del setenta del siglo pasado y lo denomina hiperconsumidor. En tres décadas el consumo habría cambiado drásticamente a manos de este neoconsumidor.

Según este autor, el consumidor de los tiempos que corren viene a reemplazar, al menos parcialmente, a aquél existente a partir de la Segunda Guerra mundial que le asignaba al consumo un propósito esencialmente distintivo, demostrativo y de prestigio y que en buena parte era determinado por sus grupos de pertenencia. El hiperconsumidor privilegiaría, en cambio, el consumo más emocional y experiencial, al cual le atribuiría un rol importante en la construcción de su autonomía individual. El consumo se realizaría a partir de decisiones individuales, con menor influencia de los grupos de referencia.

Desde una perspectiva de la alimentación, Lipovestky sostiene que en general, al menos en los países desarrollados, se ha ido remplazando “la felicidad suprema del bacanal”, en que la buena mesa significaba necesariamente excesos. El hiperconsumidor ya no estaría dispuesto a incurrir, al menos no con la frecuencia de antes, en consumos alimentarios sin límites. La actual sería una época de comidas más equilibradas que favorecen la salud, la delgadez y la belleza. “La felicidad alimentaria ya no se expresa con banquetes desproporcionados, sino con la degustación sensual y la búsqueda de cualidades del paladar” (Lipovetsky, 2007).

En la época de la modernidad liviana, el consumo de alimentos es parte de los procesos de individualización y de ejercicio de autonomía personal, en que las decisiones de consumo se realizan con débil apego a reglas colectivas. Este proceso se ve favorecido por la enorme variedad de productos existente en el mercado. El consumo de alimentos se hace cada vez menos en familia y muchas veces en forma individual. Las personas con frecuencia encuentran en los estilos de alimentación una manera de afirmar la identidad. Los distintos estilos de alimentación se dan no solo al interior de los diferentes sectores sociales y etários sino que también al interior de las familias . Si antes los referentes principales de los comportamientos alimentarios eran la familia y la clase, hoy parecieran ser la publicidad y los consejos médicos.

Un rasgo relevante del consumo actual, del consumo hipermoderno, es su diversidad y fragmentación, lo que significa que los comportamientos alimentarios no presentarían, al menos en apariencia, una suficiente consistencia. Así por ejemplo, es posible observar que en las sociedades desarrolladas existe al mismo tiempo demanda por comida rápida y por comida lenta, por productos gourmet y por productos genéricos, por alimentos funcionales y por alimentos experienciales, por comida vinculada a la instantaneidad del presente y aquella que se relaciona con la nostalgia y el futuro. Esto no quiere decir que no existan grupos en la sociedad activamente leales a determinados estilos de consumo (como cierto tipo de vegetarianos, por ejemplo) pero todo indicaría que la mayoría de los consumidores se relacionan con los alimentos de una manera más ecléctica y volátil .

En los párrafos siguientes expondremos algunos de tales comportamientos. Ellos están planteados en forma dicotómica para expresar lo más claramente posible los rasgos más sustantivos de cada estilo alimentario. Entre cada “polo” descrito existe un continuo de opciones de consumo creado por los propios consumidores.

a) Comida rápida v/s comida lenta

La rapidez es uno de los rasgos más definitorios de la sociedad moderna. Este rasgo es posible identificarlo desde los inicios de la revolución industrial y se ha hecho más protagónico en las fases actuales de la modernidad. El objetivo pareciera ser el poder tener mayor velocidad en los desplazamientos, en las comunicaciones, en la producción, en el diseño de los productos, en el crecimiento de plantas y animales y en la vida cotidiana de las personas.

La alimentación es uno de los ámbitos en que la rapidez está imperando. Existen antecedes que indican que el tiempo dedicado al consumo de los alimentos se empezó a reducir con la revolución industrial. No obstante, es durante la década del cincuenta del siglo XX que esta tendencia se intensifica notablemente y se masifica. Honoré, en su libro “Elogio de la Lentitud” (2004) sostiene que “a menudo comemos solos, en movimiento, o mientras hacemos otra cosa como trabajar, conducir, leer el periódico, navegar por la red. En la actualidad, casi la mitad de los británicos cenan delante de un televisor. En el MacDonald la comida dura en término medio once minutos”. El hábito de comer rápido es entonces una práctica que va más allá del consumo de fast food y ya pareciera ser global .

Como una reacción al fast food, surge a fines del los años ochenta del siglo pasado el concepto de “slow food”. Con el propósito de darle un mayor espacio a la alimentación, de tomarse el tiempo necesario para comer, este movimiento surge en Italia y se expande luego a Europa, Estados Unidos y Japón. Esta propuesta alimentaria enmarcarse en el contexto más amplio del movimiento slow, el que sostiene que lo rápido no siempre es lo mejor, que las personas deben ser capaces de tomar el control de sus vidas en las más diversas actividades como el trabajo, la medicina, el diseño urbano, el sexo y la alimentación. Honoré, resumiendo las principales características del slow food, afirma que esta es una forma de producir los alimentos, de cocinar y de comer basada en “productos de temporada, frescos y locales; recetas transmitidas a través de las generaciones; la agricultura sostenible; y la cena despacio con la familia y los amigos. Slow food también predica la ecogastronomía. La idea de comer bien puede, y debe, ir de la mano con la protección del medio ambiente (Honoré, 2004).


b) Gastronomía identitaria v/s gastronomía molecular

La gastronomía identitaria se expresa con mucha fuerza en Europa. En términos amplios sus defensores la fundamentan en que la cocina es cultura y una forma de compromiso con el entorno natural y social. La gastronomía expresaría una forma de vivir. En términos más específicos Santi Santamaría, uno de los principales exponentes de esta corriente gastronómica, plantea que los siguientes son los principales contenidos de ella: a) aceptación que existe una historia culinaria que nos condiciona y que nos hace tal y como somos, b) utilización de productos de temporada y rechazo de sustancias químicas, c) cocinar los alimentos sin destruirlos, manteniendo y potenciando su sabor, d) mejorar los procesos culinarios con nuevas tecnologías, pero promoviendo la sencillez y e) la cocina como acto de creación es una más de las bellas artes, f) la cocina no debe dejar de ser local, debe expresar las raíces territoriales de una población. Emocionar más que alimentar sería el objetivo de esta gastronomía (Santamaría, 2008). En este contexto, este autor señala que la esencia del concepto de restaurante del siglo XXI es que sea un lugar donde se alimenta al ser humano, a su cuerpo y alma.

La gastronomía molecular es aquella que a través de las leyes de la química y de la física intenta conocer lo que realmente sucede cuando se preparan los alimentos. Se preocupa además de estudiar y aplicar la manera de potenciar los sabores, las texturas y las consistencias de los alimentos. Tal como lo señala Aguilera (2006), “a fin de cuenta, y nos guste o no, lo que comemos son moléculas sabrosas y nutritivas”. Hervé This, el principal investigador y promotor de esta gastronomía, sostiene en el libro “Tratado Elemental de Cocina” que esta constituye una revolución culinaria “al permitir un mejor dominio de la cocina (This, 2002). La gastronomía molecular sería de acuerdo a este autor una ciencia, tecnología y técnica que tiene su base en “la investigación para explorar los miles de fenómenos sorprendentes que tienen lugar durante el cocinado” This afirma que “el químico y el cocinero tienen muchos puntos en común: ambos muelen, cortan, filtran, disuelven, calienta, reducen y cristalizan”. Se trataría, además, de introducir en la gastronomía nuevos métodos, utensilios e ingredientes.

c) Alimentos funcionales v/s comidas experienciales

Los alimentos funcionales son aquellos que en forma natural o como productos elaborados contienen componentes que tienen efectos beneficiosos para la salud que van más allá de la nutrición. El posicionamiento de estos alimentos puede entenderse a partir de dos grandes tendencias existentes en las sociedades actuales. La primera es la “medicalización de la vida” y la segunda es la asignación de objetivos múltiples a los alimentos. Actualmente las personas están cada vez más preocupadas por la salud y los gastos relacionados con ésta aumentan más que el conjunto del consumo. Como lo indica Lipovetsky (2007) “los bienes de consumo pueblan cada vez más la dimensión de la salud: alimentos, turismo, hábitat, cosméticos….programas de televisión y radio, artículos y páginas web”. Por otro lado, en estos tiempos las personas esperan encontrar en los alimentos no solo la satisfacción del hambre y sus necesidades de nutrición sino que también placer, entretención, experiencias, vigor y belleza.

El consumo experiencial es aquel que a través de la emociones que provoca va generando satisfacciones subjetivas que de una u otra manera deja huellas en las personas. Este consumo, por lo tanto, puede relacionarse con comidas que recuerdan la niñez, con platos nuevos vinculados a contextos culinarios “exóticos”, con la curiosidad de conocer nuevos estilos de comidas como los asociados a la gastronomía molecular y con la comida entretención a través de la “eatertainment” desarrollada en los años recientes en Estados Unidos. Como sostienen algunos autores, el consumidor de hoy sería más un coleccionista de experiencias que un coleccionista de cosas. (Lipovetsky, 2007). El “fooding”, palabra compuesta de food y feeling, estaría dando cuenta de esta perspectiva que intenta convocar todos los sentidos . Aludiendo a los temas iniciales de este capítulo, la modernidad liviana al darle mayor importancia a la diversidad y a la subjetividad de las personas favorece proyectar lo experiencial como protagónico.


d) Consumo responsable v/s consumo desconsiderado

Desde una perspectiva más amplia de los comportamientos de consumo, en las sociedades actuales se puede observar un consumidor conciente y movido por valores que opta, por ejemplo, por los alimentos orgánicos, el comercio justo y la producción con responsabilidad social y ambientalmente sustentable. Al mismo tiempo se puede observar un consumidor “desordenado” y poco “comprometido” que privilegia los bajos precios y las comidas sin consideración a determinadas prácticas. En relación a este último comportamiento, se puede encontrar que en algunos países desarrollados se sigue consumiendo carne de ballenas y de atún de especies capturadas sin ninguna apego al bienestar animal. También existe el consumo de crustáceos que son cocinados vivos.


(Este texto es parte del capítulo "El contexto mundial de la Nueva Revolución Alimentaria" escrito por mí, en el libro "La agricultura Chilena en la Nueva Revolución Alimentaria")

sábado, 31 de julio de 2010

Cambio Climático: Lovelock v/s Sachs


Dando cuenta de su innegable relevancia, en la últimas dos décadas se han multiplicado los estudios, informes y libros cuya temática es el cambio climático. Distintos autores e instituciones se han referido a este tema desde variadas perspectivas, explorando sus múltiples contornos y abordando sus impactos y la forma cómo enfrentarlo.

En este contexto, en este artículo analizaremos dos libros de dos notables autores. El primero es “La Venganza de la Tierra” , de James Lovelock y el segundo “Economía para un Planeta Abarrotado” , de Jeffrey Sachs. Ambos autores abordan en estos libros una temática más amplia que el cambio climático, sobre todo Sachs, pero es en este tema que focalizaré mis comentarios.

Lovelock, conocido y destacado científico, escribe desde su visión personal del ecologismo, instintivo y práctico como él lo define, la que lo lleva a tener una clara y activa posición favorable a la energía nuclear. Sachs, prestigioso y prolífero economista, escribe desde su vasta experiencia en temas del desarrollo, de la pobreza y del medio ambiente, apostando a grandes soluciones globales y a una nueva cooperación internacional.


Los principales planteamientos de Lovelock

El autor de la Teoría de GAIA sostiene que la Tierra funciona como un sistema único y autorregulado, en que son relevantes tantos los elementos físicos como el tejido interactivo de organismos vivos que la habitan. La comunidad científica habría descubierto demasiado tarde tal autorregulación.

El bienestar de GAIA es tanto o más importante que el bienestar de los humanos. Los ecosistemas tienen un valor “per se” y sus dos funciones principales serían la regulación del clima y la regulación de la composición química de la atmósfera.

En términos del cambio climático, este autor plantea que ya hemos pasado el punto de no retorno, que el daño ya está hecho. Debemos emprender, entonces, una “retirada sostenible”. Este es un concepto central en su libro. Confiar en el desarrollo sostenible es negar la enfermedad que sufre la tierra, sus políticas podrían haber sido efectivas en el año 1800 cuando la tierra tenía mil millones de habitantes.

Dada la gravedad de la situación de los cambios en el clima, y del escaso desarrollo de energías alternativas al petróleo, las que por lo demás demorarían dos o tres décadas en que su utilización sea masiva, propone el uso de la energía nuclear. De acuerdo a Lovelock, la amenaza del cambio climático es global y evidente y no puede compararse con los riesgos acotados del uso de tal energía. Es incomprensible que el mundo no recurra más masivamente a la energía nuclear. Toda una heterodoxia para un ecologista profundo.

Dado el rol que tienen los ecosistemas, el autor de La Venganza de la Tierra cuestiona los biocombustibles, los alimentos orgánicos y la energía eólica. Todas estas actividades le quitarían espacio a los ecosistemas naturales, tensionándolos y deteriorándolos aún más. La salud de los ecosistemas es la base de la salud de la humanidad.


Los planteamientos más relevantes de Sachs

Este autor escribe este libro enfatizando que vivimos en la “Era del Antropoceno”, tiempo en que la actividad humana ha intervenido y transformado los más diversos y recónditos ámbitos de la naturaleza. Esta Era se habría iniciado con la Revolución Industrial apoyada en el nuevo poder transformador que empezaba a otorgar el carbón, el petróleo y el gas natural a la acción humana.

Las inercias climáticas y productivas además del aumento de la población nos están dejando sin margen. Todavía se puede enderezar el rumbo pero tenemos poco tiempo. La actual trayectoria ecológica, demográfica y económica del mundo es insostenible.

La presión por los recursos naturales, sobre todo del agua, y el deterioro de los ecosistemas deben resolverse a partir de una nueva cooperación internacional. De no hacerlo podríamos vernos enfrentados a un choque de civilizaciones que destruiría mucho de lo que hemos construido. Todo indica que los conflictos derivados por el acceso y uso de tales recursos se multiplicarán en las próximas décadas.

La principal dificultad existente para enfrentar el cambio climático no es la falta de soluciones técnicas razonables y de bajo costo, sino de implementar una cooperación internacional adecuada para poner en práctica tales soluciones. Una nueva governanza global es imprescindible para gestionar la transición hacia la sostenibilidad. Según este autor, hace falta una nueva arquitectura global que descanse menos en el liderazgo de Estados Unidos y más en la cooperación global.

Los recursos necesarios para enfrentar el cambio climático no son prohibitivos, ni mucho menos. Ellos alcanzarían entre el 1,5 y el 2% del PIB mundial anual. Estas cifras serían cada vez mayores en la medida que se atrasa una acción mancomunada rápida y drástica.

El mercado no es suficiente para enfrentar el reto del cambio climático, afirma Sachs. La acción del estado y del conjunto de los estados es imprescindible.


Las diferencias sustantivas

Sus diferencias son múltiples y sustantivas como queda en evidencia de los acápites anteriores, pero destacaré solamente las que, a mi juicio, son las más fundamentales.

Mientras Lovelock sostiene la necesidad de “una retirada sustentable”, Sachs confía en que la utilización de tecnologías adecuadas nos permitirá “un desarrollo sostenible”. Para el primer autor la tierra no debiera sostener a más de 1.000 millones de habitantes. Sachs propone, en cambio, que la población mundial debiera estabilizarse en alrededor de los 8.000 millones de personas al año 2050. Este último autor apuesta por tecnologías sostenibles que tengan un impacto ambiental bajo por unidad de renta.

Mientras el padre de la Teoría de Gaia afirma que el daño ya está hecho, el Director del Instituto de la Tierra apuesta a que aún es tiempo en la medida que se actué con firmeza. Sachs tiene confianza en que se pueda actuar globalmente, en una acción coordinada de los gobiernos, y para ello recuerda el caso del Protocolo de Montreal del año 1987 que restringe el uso de productos que dañan la capa de ozono. Lovelock no aborda el tema de las exigencias para una efectiva respuesta global.

Lovelock apuesta claramente por un uso masivo de la energía nuclear; es más, pareciera sostener que en el corto plazo es la única opción. Sachs por su parte si bien no excluye la utilización de esa energía, ve la salida en la utilización de un conjunto amplio de nuevas energías.


Algunas coincidencias

Ambos autores sostienen que como humanidad debiéramos aprender a relacionarnos de una manera distinta con la tierra y la naturaleza. Lovelock afirma, al respecto, que “nuestra especie debería firmar la paz con el resto del mundo en que vivimos”. Sachs consigna que tenemos que concebir la tierra como “un hogar para todas las especies” y citando a E. O. Wilson afirma que la conservación de la biodiversidad tiene que ver “nada menos que con la protección de la creación”.

Ambos autores plantean, además, que estamos frente al principal desafío de la humanidad, y que se requiere actuar de una manera muy distinta a como se ha venido haciendo hasta ahora. Esta no es una coincidencia menor cuando se tiene presente que algunos centros de estudio conservadores en Estado Unidos están intentando demostrar que no existe calentamiento global.


Reflexiones generales

“La Venganza de la Tierra” y la “Economía para un Planeta Abarrotado” nos plantean perspectivas distintas, pero en algunos aspectos complementarias.

Por formación y convicción tiendo a coincidir con el optimismo moderado y responsable de Jeffrey Sachs, pues creo y confío que como humanidad encontraremos las respuestas tecnológicas adecuadas a un desafío que finalmente es político y ético. Creo, por el contrario, que es poco creíble que la tierra pueda “sostener” a no más de 1000 millones de habitantes como plantea Lovelock. En el ámbito alimentario, por ejemplo, la Nueva Revolución Alimentaria no tendría restricciones insalvables para producir los alimentos necesarios para los 9000 millones de habitantes que muy probablemente habitarán el planeta al año 2050. (Ver www.arturobarrera.com )

Si bien es cierto que algunos autores afirman que para sostener la población de personas que actualmente habitan la tierra se necesitaría 1,5 planeta (concepto este último relacionado a la huella ecológica) otros estudios sostienen que aún existe tierra disponible que incorporar a la producción agrícola sin afectar los bosques. El desafío en cualquier escenario es de todas maneras el aumento de la productividad de la tierra y del agua en un contexto de un manejo sustentable de los recursos naturales.

Más específicamente algunas reflexiones que me sugiere la lectura de estos libros pudieran ser:

a) El cambio climático es un proceso en curso con un fuerte impacto potencial en la desigualdad. Este proceso no afecta a todos por igual (incluso algunos pudieran tener beneficios) y no todos están igualmente preparados para responder a sus consecuencias. Este impacto desigual y la desigual capacidad de respuesta se da entre los distintos países y al interior de cada país. En términos generales, los países en desarrollo se verán más afectados que los países desarrollados.

b) Es importante incorporar el riesgo climático y su gestión a las estrategias nacionales de desarrollo. En la Sociedad del Riesgo, los riesgos sistémicos tienen mayor relevancia, y por cierto no solamente los vinculados al clima sino que también otros, como por ejemplo los riesgos financieros, informáticos, alimentarios y de terrorismo. El riesgo climático y su gestión debieran incorporarse además en las estrategias empresariales y sociales. Es recomendable impulsar y desarrollar una consistente cultura de gestión de los riesgos.

c) El etiquetado de la huella ecológica, de la huella de carbono y en algún futuro de la huella del agua impondrán importantes exigencias a países como el nuestro. Estos etiquetados, sin embargo, también representas oportunidades para quienes están en mejores condiciones para responder tempranamente a tales exigencias. Chile sabe hacer las cosas bien y tiene experiencia en responder adecuadamente a las exigencias que vienen desde los mercados externos.

d) Abordar el cambio climático representa no solo un notable esfuerzo tecnológico y ético sino que también político. Y es político porque estamos hablando de cómo se distribuyen los costos de enfrentarlo, de cómo y en qué medida se apoya a los grupos sociales más vulnerables, en qué combinación intervendrá el estado y el mercado, y cómo se procesan los conflictos de acceso y uso de los recursos naturales.

e) Las elecciones nacionales australiana del año 2007 tuvieron como tema central de campaña el cambio climático, constituyéndose Australia en el primer país en que los cambios en el clima está en los lugares principales de la agenda política. Igualmente lo fue en la última elección presidencial de los Estados Unidos. ¿Cuándo le tocará a Chile? Al respecto todo indicaría que más vale asumir lo antes posible este desafío, antes que los costos económicos, sociales y políticos sean demasiado altos.

Consideraciones finales

Pese a las diferentes perspectivas, estamos frente a dos libros de innegable consistencia intelectual. Es mi convicción que ambos libros son imprescindibles para tener una visión global sobre uno de nuestros principales desafíos como humanidad.

Es mi convicción, además, que ambos libros son necesarios para ir construyendo un nuevo marco valórico para que los humanos nos relacionemos de una manera más fraternal con la Tierra y con todos los seres vivos.

Ambos libros no dejan de tener una mirada macro, un poco alejada de las implicancias más directas en cada sociedad y territorio. Tampoco exploran caminos a partir de los cuales las personas o grupos pueden contribuir a enfrentar el cambio climático. Con seguridad ese no era su objetivo y por lo tanto no hay porque exigírselos.

Para una mirada más micro, a nivel de empresa, sugiero leer el libro de Peter Senge “La Revolución Necesaria” . En este libro este autor desarrolla la propuesta de una “sociedad regenerativa” y como distintas empresas en el mundo se suman a un movimiento global que está cambiando el mundo.



Este artículo fue publicado en Asuntos Públicos N 821 del Centro de Estudios del Desarrollo el 15 de julio de 2010, http://www.ced.cl/ap/wp-content/uploads/2010/07/821.pdf

martes, 13 de julio de 2010

Lanzamiento del libro “La Agricultura Chilena en la Nueva Revolución Alimentaria”

El lunes 12 de julio se lanzó este libro, del cual soy coautor y coeditor. La presentación la realizó el ex - Presidente Ricardo Lagos. A continuación se encuentran las palabras que como uno de los dos editores pronuncié en dicha oportunidad.

Introducción

En la presentación del anterior libro, el año 2005, dijimos que seguiríamos escribiendo, que hacerlo era una de nuestras formas de expresar nuestro compromiso con la agricultura y el cariño por nuestro país y por nuestras convicciones.

Acá estamos nuevamente, compartiendo con ustedes este nuevo libro “La Agricultura Chilena en la Nueva Revolución Alimentaria”.

Es una gran satisfacción lanzar este libro, y que lo presente el ex Presidente Lagos. Es un privilegio  tenerlo hoy en esta actividad con nosotros, Presidente.

Es una satisfacción poder lanzar este libro entre tantos amigos y amigas, en presencia de una parte muy significativa de la comunidad agraria de nuestro país.


El libro

“La Agricultura Chilena en la Nueva Revolución Alimentaria”:

Es una obra colectiva, comunitaria.

Esta organizado en ocho capítulos y hemos escrito 12 profesionales del sector.
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Está escrito con un horizonte del 2030, y por lo tanto aspira a no enredarse en la contingencia.

Está prologado por nuestro amigo Premio Nacional de Ciencias Aplicadas, actualmente Presidente de CONICYT José Miguel Aguilera.

Es publicado por la Editorial Universitaria, una editorial de notable prestigio y trayectoria en nuestro país.

Recoge y sistematiza nuestra visión y experiencia en temas como:

Las singularidades de la Agricultura chilena, escrito por Octavio Sotomayor.

Capital Humano para Chile Potencia Alimentaria, desarrollado por Mario Maino y Luis Sáez.

Desarrollo ambiental agropecuario, realizado por Hugo Martínez.

Seguridad Sanitaria de los Alimentos y Comercio, escrito por Michel Leporati, Pablo Bineli y Hernán Rojas.

Mejoramiento genético, una exigencia del liderazgo alimentario, escrito por Carlos Muñoz.

Estándares en Alimentos, realizado por un histórico de este tema como es Alberto Niño de Zepeda.

Más y mejor financiamiento para el sector alimentario, escrito por Rodrigo Saldías y Ramiro Sanhueza.

El contexto mundial de la Nueva Revolución Alimentaria, escrito por quien habla.

Cada uno de estos capítulos termina con propuestas específicas para aprovechar las oportunidades que nos plantean los nuevos escenarios internacionales de una creciente globalización alimentaria.

La Nueva Revolución Alimentaria

El libro plantea la tesis que el mundo vive una nueva revolución en el ámbito de los alimentos. Nuestra convicción es que esto es así.

Por cierto, esta no es la primera revolución alimentaria que ocurre en la historia de la humanidad.

Felipe Fernández Armesto, un gran historiador inglés, sostiene que ha habido 8.

La más conocida por nosotros evidentemente es la sustentada en la Revolución Verde. Pero está claro que hoy, en el tiempo de la economía del conocimiento vivimos en un período Post – Revolución Verde.

Esta es una Revolución que se inicia a fines del siglo XX, en plena “Sociedad del Riesgo”, cuando los riesgos manufacturados, aquellos creados por la humanidad, parecen acecharnos por doquier.

Es el tiempo de los riesgos sistémicos: climáticos, financieros, informático, de inocuidad, de precios.

La actual es una transformación alimentaria más amplia y más profunda que todas las anteriores.

Es una Revolución caracterizada por un nuevo consumidor, por un hiper consumidor, que es más evaluativo y responsable socialmente, que pareciera estar más interesado en coleccionar experiencias que cosas. Es un consumidor experiencial.

En la era de la “medicalización” de la vida, y del reconocimiento de la felicidad como objetivos de las políticas públicas, estamos empezando a vivir el tiempo de los alimentos interactivos y de la gestión de los estados de ánimos también a través de los alimentos.

Las personas empiezan a establecer una nueva relación con los alimentos:

a) demandan cada vez más cosas de los alimentos: nutrición a la medida, salud, belleza, vitalidad, longevidad, experiencias.

b) son cada vez más fuente de identidad individual, y no solo religiosa o regional.

Esta es una revolución que recién está emergiendo, y que nos deparará muchas novedades a partir del desarrollo de las tres grandes transformaciones en la que se sustenta: las TICs, la biotecnología y la nanotecnología.

Y por cierto también en los avances de la neurociencia.

Para países como Chile, estos nuevos escenarios internacionales representan grandes oportunidades, pero también grandes desafíos.Los distintos capítulos del libro analizan tales oportunidades.

Palabras Finales

A principios de este siglo, por allá en el 2003, quizás un poco instintiva y anticipatoriamente se plantea la Idea de Chile Potencia Alimentaria.

Desde una perspectiva sustantiva ésta en una gran respuesta a la Nueva Revolución Alimentaria, pues nos ha hecho plantearnos metas ambiciosas y muy desafiantes.

En el año del Bicentenario esta idea significa explicitar la identidad agrícola y alimentaria de Chile.

El libro que hoy lanzamos intenta ser una contribución en esta perspectiva.

Muchas gracias.

martes, 22 de junio de 2010

Nueva Revolución Alimentaria: ¿Desde cuándo?

Hace algunos días tuve la oportunidad de participar en un interesante Seminario organizado por el Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola en San José de Costa Rica. Mi exposición fue “La Nueva Revolución Alimentaria: Economía del Conocimiento, Nuevos Paradigmas y Principales Tendencias”.

Una parte de los comentarios y preguntas de los participantes de este evento estuvo relacionada sobre en qué momento de esta revolución estamos. Como podrá entenderse, en el caso de esta revolución no es posible fijar su inicio en una fecha determinada, entre otras razones porque sus dinámicas y sus fuentes son múltiples. No es como en el caso de la Revolución Verde, en que ésta se vinculaba fundamentalmente a las variedades híbridas de cultivo.

En el caso de esta revolución, que es mucho más amplia y profunda que las anteriores, sus dinámicas y características están determinadas por un conjunto de tecnologías y procesos, algunos de los cuales son generales como la Internet, la biotecnología, los cambios en los paradigmas empresariales y la emergencia de un consumidor socialmente responsable. Otros procesos son más específicos a la industria alimentaria y a la agricultura, como es el caso de los cultivos transgénicos, el desarrollo de la agricultura de precisión, los alimentos funcionales, la huella de carbono y las crisis de inocuidad.

Como es de conocimiento público las TICs y especialmente la Internet se empezaron a masificar en la segunda mitad de los años 90 del siglo pasado, y especialmente con el inicio del nuevo siglo. Ello transformó nuestros paradigmas tecnoeconómico – organizativos, modificando radicalmente las formas de hacer las cosas en los distintos ámbitos de la sociedad y muy especialmente en las empresas. Las empresas y la sociedad se empezaron a organizar cada vez más en la lógica de redes.

En lo que respecta a los hitos más específicos, es importante destacar que los cultivos transgénicos se empiezan a utilizar comercialmente a mediados de la década de los 90 del siglo XX, aunque evidentemente su desarrollo había empezado años antes. También en la segunda mitad de la década de los 90 empieza a desarrollarse la agricultura de precisión, la que tiene por objetivo dar un manejo a la medida a cada sector de los predios dependiendo de sus características. Por otra parte, si bien los alimentos funcionales tienen su origen a principios de la década de los ochenta en Japón, su consumo masivo empieza a popularizarse alrededor de una década más tarde. Otro hito relevante a destacar son las emergencias de inocuidad ocurridas en Europa durante los últimos años de siglo XX, las que impactaron profundamente la relación de los consumidores con los alimentos y la manera de producir y elaborar los productos alimenticios.

Otro aspecto característico de la nueva revolución alimentaria es la producción sustentable de los productos agrícolas y de los alimentos. Ello ocurre primero a través de las buenas prácticas agrícolas, más tarde a través de la Responsabilidad Social Empresarial y más recientemente con la huella de carbono. Todos estos elementos de gestión no tienen más de 20 años, y algunos como las exigencias de medir y etiquetar las emisiones de gases efecto invernadero son solo de este siglo.

La nueva revolución alimentaria, por lo tanto, es muy reciente y está incipientemente desplegando su potencial. Ella se verá fortalecida en el tiempo que viene por las crecientes aplicaciones de las tecnologías mencionadas y por la utilización al ámbito de los alimentos de la nanotecnología. Igualmente la fortalecerán el desarrollo de la alimentación a la medida producto de los avances de la nutrigenómica, la exigencia de la huella del agua y las investigaciones realizadas en el ámbito de la neurofisiología del hambre, de la saciedad y del placer provocados por los alimentos.

El mundo vive el inicio de una nueva revolución alimentaria. Sus frutos recién están vislumbrándose. En una perspectiva histórica esta revolución tiene sus orígenes, entonces, a fines del siglo XX y principios del siglo XXI. ¡Bienvenida Revolución!

viernes, 4 de junio de 2010

Cultivos Transgénicos en Chile

En nuestro país la superficie con cultivos transgénicos ha ido aumentando lenta pero paulatinamente, llegando actualmente a alrededor de las 30.000 hectáreas. El desarrollo de estos cultivos se realiza en base a una débil regulación y exclusivamente para semillas que se exportan.

Un criterio de política para este tipo de cultivos ha sido en los últimos 10 años el de la cautela, basado en un argumento comercial: mercados como el europeo tienen consumidores reacios a estos productos y una parte importante de nuestras exportaciones van a esos mercados. En ningún caso tal criterio se ha sustentado en un eventual carácter dañino para el medio ambiente o para la salud de las personas que, según sus detractores, tendrían estos cultivos. Otro criterio de política ha sido que los cultivos transgénicos son “especiales”, no convencionales, y por lo tanto requieren una regulación específica.

Dado que el actual marco regulatorio para el desarrollo de los cultivos trangénicos es precario, sustentado en una Resolución del SAG, parece oportuna la decisión de tener una Ley específica para su desarrollo; más aún si el objetivo es ampliar la superficie de estos cultivos y permitir su comercialización en el mercado nacional.

Una nueva regulación para los cultivos trangénicos en Chile debiera asumirse teniendo en consideración dos elementos de relevancia: a) que las aplicaciones de la biotecnología en la agricultura no se reducen ni se pueden agotar en la transgenia y b) la importante y variada riqueza agroecológica del país, en la que hay oportunidades de negocios para otros tipos de agricultura como la orgánica, la biodinámica y la convencional. Por ello, es necesario poner más recursos en la investigación sobre la coexistecia y en la formación de recursos humanos necesarios para el desarrollo y manejo de esta tecnología en el país.

Para abordar este ámbito de la política agrícola, es interesante la decisión del Ministro de Agricultura en cuanto a tener como antecedente relevante para el trabajo en este tema el "Proyecto de Ley de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados" preparado durante el Gobierno del Presidente Lagos por varios ministerios, entre ellos por el Ministerio de Agricultura. Esto permitirá ganar tiempo y aprovechar el conocimiento acumulado hasta el momento. Algunas ideas importantes en este contexto son: la autorización de cultivos transgénicos debiera hacerse caso a caso, esta autorización constituye una herramienta relevante de política agrícola, debe normarse la existencia de territorios libres de trasngénicos y debe garantizarse la coexistencia.

Otro antecedente de creciente evidencia es el cambio climático, cuyo impacto en el sector silvoagropecuario se ha ido dimensionado preliminarmente en los dos últimos años. Si no hubiera cambio climático, los pros y contras de una autorización más amplia de los cultivos transgénicos probablemente seguirían no siendo del todo concluyentes. Sin embargo, al tener en cuenta tales impactos, no es razonable prescindir de la cisgenia y de la transgenia para abordar los desafíos que nos imponen los cambios en el clima.

El cambio climático es una realidad inequívoca y el país debiera enfrentarlo con todas las herramientas que la ciencia y la tecnología están haciendo disponibles. Cualquier plan de adaptación en esta perspectiva, exigencia impostergable para el país, debe considerar la biotecnología en términos amplios y los cultivos genéticamente modificados en particular. Estas tecnologías representan importantes oportunidades para el sector silvoagropecuario nacional y su utilización con una debida gestión de la coexistencia entre los distintos tipos de cultivos permitiría sostener y proyectar la apuesta de trasformar a Chile en potencia alimentaria y forestal.


lunes, 31 de mayo de 2010

Asociatividad: Una opción vigente y necesaria

Una de las apuestas con resultados más esquivos de las realizadas en los últimos 20 años en relación al desarrollo de la pequeña agricultura ha sido la de la asociatividad. Así como en algunas de tales apuestas los logros fueron importantes, en esta los resultados son modestos. Esta apreciación es más fuerte si se tiene en consideración que el fortalecimiento organizacional estuvo siempre en el centro de los objetivos de la política agrícola hacia este segmento de la agricultura chilena.

Este es el típico caso de una apuesta correcta con dificultades de implementación. Este es un típico caso, además, en que contándose con una decisión clara y evidente, expresada en importantes recursos del presupuesto, no tuvo la contraparte de recursos humanos, públicos y privados, en la cantidad y calidad que la complejidad y exigencia de la tarea significaba. A veces se fue muy rápido, como con las organizaciones de negocios de la segunda mitad de los noventa, y otras muy lento, como en el caso de los centros de gestión durante la última década. En otras oportunidades faltó perseverancia, como en los últimos años en relación a las organizaciones por rubro.

A pesar de este contexto general, existen casos notables de asociatividad exitosa aunque pocos en relación a las dimensiones de la pequeña agricultura y en relación a las exigencias de competitividad de los tiempos que corren. Estos casos exitosos han combinado, en general, consistentes liderazgos de los dirigentes campesinos, profesionalización de la gestión y una adecuada evaluación del posicionamiento estratégico del negocio y de la asociatividad en relación a la cadena de valor en la que se desarrolla la actividad.

Pero seamos claros, la asociatividad en la pequeña agricultura es necesaria y sigue teniendo vigencia para el desarrollo de ésta. Si no miremos solamente los esfuerzos que realiza la mediana y gran empresa agropecuaria para tener organizaciones fuertes y modernas, esfuerzos que no siempre se ven gratificados por el éxito y cuando lo son es perfectamente constatable el valor adicionado por la organización. Si no miremos, además, los niveles de asociatividad existentes en todos los países con desarrollo agrícolas importantes.

En este ámbito de política agrícola hay que seguir perseverando, renovar el compromiso con el fortalecimiento organizacional y ajustar la estrategia de desarrollo y fomento asociativo. A partir de los éxitos y fracasos, así como de la experiencia internacional en esta materia, es necesario replantearse la forma como el desarrollo y el fomento asociativo se ha venido abordando. El desarrollo asociativo de negocios en cualquier parte del mundo tiene altas tasas de fracaso, como son altas también las tasas de fracasos de los emprendimientos en general.

Algunos de los criterios a partir de los cuales tal replanteamiento pudiera realizarse son los siguientes: a) la asociatividad siempre debe basarse en la decisión voluntaria de los pequeños productores, quienes son finalmente los que asumen la responsabilidad del éxito o fracaso de ella, b) el liderazgo dirigencial y la gestión profesional son imprescindibles, c) el aporte de valor de la asociatividad dependerá de cada cadena alimentaria y de los objetivos de negocios de los productores, d) deben explorarse formas en que una asociatividad esté constituida por distintos tipos de productores y e) aceptar que la respuesta asociativa no siempre es la mejor solución.

El desafío asociativo debiera entenderse y asumirse como tarea principal y esencialmente de los propios productores, la cual es apoyada por el Estado salvaguardando el principio de la autonomía. Son los productores los que deciden el negocio a realizar y el tipo de asociatividad que se dan. Pero también es necesario incorporar a otros actores a este desafío como son las universidades y los centros de estudios. Para tareas grandes, grandes alianzas. Hay que invertir más y mejor para poder contar con más y mejor asociatividad en la pequeña agricultura.

Desarrollar y fomentar la asociatividad de negocios es una tarea compleja, difícil y exigente que requiere de tecnología, capacidades, confianza y liderazgo. Aprendiendo de nuestros errores y aciertos, con pragmatismo, podremos aprovechar el potencial de desarrollo que puede tener la asociatividad para el desarrollo empresarial de la pequeña agricultura. Bien implementada, la opción asociativa puede ser un interesante instrumento para consolidar el aporte de este segmento de la agricultura chilena a la apuesta de transformar a Chile en potencia alimentaria.

Este artículo ha publicado por la Revista Del Campo del Diario El Mercurio del 31 de mayo de 2010.

lunes, 3 de mayo de 2010

20 años de políticas hacia la pequeña agricultura: Algunas ideas preliminares.

La implementación de las políticas para la agricultura campesina de los Gobiernos de la Concertación tuvo, a mi juicio, dos referencias “marcadoras”. La primera fue el proceso de reforma agraria de los años 60 y la segunda la distinción entre los productores viables e inviables realizada por el gobierno autoritario.

Estas dos referencias tuvieron importantes consecuencias. La añoranza por parte de los pequeños productores y de sus organizaciones hacia la reforma agraria influyó notablemente en sus expectativas en relación a las nuevas políticas agrícolas y dificultó la satisfacción de ellos con las políticas de la Concertación, entre otras cosas porque era imposible que accedieran a beneficios ni de cerca similares a los obtenidos en aquel proceso. Por otra parte, la distinción entre viables e inviables sesgó las nuevas políticas hacia la pequeña agricultura, dado que tal era una distinción del período de Pinochet. Se apostó, así, como contrapunto, al desarrollo productivo del conjunto de los campesinos, cuando probablemente era extremadamente difícil de lograr.

Más allá del concepto de políticas diferenciadas, la coexistencia de una diversidad de segmentos de pequeños productores sujetos de atención por parte del INDAP, evidentemente se hizo muy difícil la implementación de las políticas y programas con la eficiencia esperada. El lema pareciera haber sido, o se desarrollan productivamente todos o no se desarrolla ninguno.

En este contexto, a través de los distintos gobiernos se fueron implementando un conjunto de apuestas en el ámbito del desarrollo de la pequeña agricultura. Estas apuestas fueron en lo sustantivo: a) el acceso preferente a los grandes subsidios estatales, b) el fortalecimiento asociativo, c) el desarrollo empresarial y de negocios, d) la incorporación a los procesos de exportación, e) el acceso al financiamiento del sistema financiero, f) el acceso a la utilización de los nuevos instrumentos de política agrícola, g) la incorporación al desafío de transformar a Chile en Potencia Alimentaria y h) los encadenamientos productivos de los pequeños productores con distintos actores de las cadenas alimentarias.

Tales apuestas, estoy convencido, fueran las correctas. Ellas en algunos casos fueron logradas importantemente, aunque su mantención y perfeccionamiento en los años que vienen es muy relevante. Otras fueron logradas solo muy parcialmente. Las interpretaciones sobre por qué estas apuestas en su conjunto no provocaron un desarrollo más evidente y dinámico de este importante segmento de la agricultura nacional pueden ser variadas. En esta oportunidad mencionaré únicamente tres: a) las dificultades de hacer desarrollo empresarial de la pequeña empresa en general y de la pequeña agricultura en particular, en Chile y el mundo, b) la no siempre adecuada y persistente implementación de tales apuestas y c) la insuficiente asignación de recursos que permitieran dar una envergadura suficiente a las iniciativas desarrolladas.

En el ámbito del desarrollo productivo de la pequeña empresas, no basta hacer apuestas correctas sino que es imprescindible implementarlas eficientemente y en una magnitud adecuada.

No me caben dudas que los gobiernos de la Concertación intentaron siempre ser leales a su compromiso con la pequeña agricultura. El desarrollo de ésta constituyó en los últimos 20 años una prioridad de los distintos Ministros de Agricultura. Pero es claro que para gobernar en los tiempos actuales se requiera mucho más que voluntad política. También se requiere capacidades técnicas e institucionales, y estas no siempre están disponibles en la calidad y cantidad en países del nivel de desarrollo del nuestro.

Hacer fomento productivo de la pequeña agricultura es caro, difícil y complejo, sobre todo si se tiene presente que en países abiertos tal desarrollo significa necesariamente la incorporación a los mercados; y en lo posible a los mercados más exigentes del país y del mundo.



jueves, 22 de abril de 2010

Potencia Alimentaria: ¿Seremos capaces?

Iniciaremos este artículo con dos afirmaciones a mi modo de ver ordenadoras. La primera es que actualmente no somos una potencia alimentaria, pues estamos solo a medio camino de concretar este desafío. La segunda es que podemos serlo, pero para ello tenemos por delante algunas tareas extraordinariamente exigentes.

Pero, ¿de qué estamos hablando cuándo aludimos a la idea de potencia alimentaria? ¿Entendemos todos más o menos lo mismo? Al respecto, si hiciéramos el ejercicio de reunir a nuestros dirigentes y líderes sectoriales, públicos y privados, y les preguntáramos a cada uno de ellos que entienden con tal concepto, muy probablemente tendríamos dispares respuestas, distintas interpretaciones, incluso algunas de ellas pudieran ser hasta contradictorias.

Posiblemente algunos sostendrían que lo sustantivo de esta apuesta es el aumento de las exportaciones y otros señalarán que lo definitorio es el posicionamiento de nuestros productos en los segmentos de mercado de más alto valor. Probablemente algunos afirmarían que esta es una idea fuerza a sostener exclusivamente al interior del país mientras otros manifestarán que Chile potencia alimentaria es casi como una marca para posicionarnos en los mercados mundiales.

Mi visión es que apostar a constituir a Chile en una potencia alimentaria significa proponerse ser de los mejores del mundo en el ámbito alimentario en al menos los siguientes aspectos: a) liderazgo en el ranking mundial de las exportaciones de un conjunto importante de productos, b) estar posicionados en los segmentos de más alto valor de los mercados más sofisticados del mundo, c) ser reconocidos como productores de alimentos de calidad, sanos, y confiables y d) tener identidad alimentaria. Incluso si se quiere ser más exigente con el concepto, este podría también referirse a la capacidad de imponer pauta en alguna tendencia de producción a través de la innovación.

En algunos de estos criterios existen actualmente avances relevantes, sobre todo en lo que se refiere a los puntos a) y c). Hoy el país tiene un liderazgo claro en la exportación de frutas y en el vino estamos entre los cinco mayores exportadores a nivel global. Actualmente somos el quinto exportador per cápita de alimentos del mundo. Por otra parte, nuestros alimentos son reconocidos como de calidad y confiables. Sin embargo, se nos ha hecho difícil incorporarnos en los segmentos de más alto valor en los mercados estadounidenses y europeos y nuestros productos alimentarios no son identificados como chilenos; es decir, carecen de una imagen identitaria común.

En lo que respecta a marcar alguna tendencia en la producción alimentaria, como podría ser, por ejemplo, el posicionamiento de alguna variedad o producto en los mercados externos, pareciera ser un desafío muy lejano de alcanzar. Por lo demás nunca ni siquiera nos lo hemos planteado. Este aspecto requiere innovación, más y mejor innovación, elemento donde existen grandes déficit.

De las argumentaciones desarrolladas en los párrafos anteriores se han ido perfilando algunas de las grandes tareas a implementar en esta década para concretar esta apuesta sectorial. Solo mencionaré las 8 más relevantes. Estas son:

a) Adaptar nuestra estructura productiva agrícola y alimentaria a los impactos del cambio climático y avanzar en el desarrollo de una industria alimentaria de bajo carbono y con alta eficiencia en el uso del agua.
b) Desarrollar la producción de alimentos funcionales, pues la demanda por estos seguirá aumentando en el planeta y los países con alguna pretensión de liderazgo ya está apostando a su desarrollo.
c) Invertir fuertemente en biotecnología y en nanotecnología. En este ámbito es importante fortalecer la regulación de los cultivos transgénicos.
d) Ampliar el Programa de Creación de Variedades de Frutales, promoviendo la exportación de genética y la creación de nuevos negocios.
e) Posicionar nuestros productos alimentarios en los segmentos de mercado de más alto valor de los países desarrollados.
f) Fortalecer las alianzas con actores mundiales líderes en el campo alimentario, de tal manera de que podamos recuperar terreno en el área de la innovación y de la formación de nuestros recursos humanos.
g) Concretar la implementación de un Ministerio de Agricultura, Pesca y los Alimentos.
h) Desarrollar una nítida identidad alimentaria, en el marco de un fuerte desarrollo de la imagen país.

A mi juicio, Chile potencia alimentaria es sobre todo una idea movilizadora, un gran ambición sectorial, quizás un “sueño” demasiado grande para hacerlo realidad en un país que todavía no se convence que puede ser desarrollado. No obstante todo esto, estoy convencido que podemos lograrlo.¿Qué opinas tú?

(Artículo publicado en el Blog de la Revista del Campo, Diario el Mercurio, del 19 de abril de 2010)

viernes, 9 de abril de 2010

¿Qué es lo más característico de la actual revolución alimentaria?

Es mi convicción que estamos viviendo una nueva revolución alimentaria. Probablemente iniciada en la última década del siglo XX. ¿Cómo podríamos caracterizar y calificar tal revolución? ¿Qué tiene ésta de distinto a las anteriores?

El historiador inglés Felipe Fernández – Armesto en su libro “Historia de la comida: Alimentos, cocina y civilización”, del año 2004, sostiene que la humanidad ha tenido a lo largo de su desarrollo ocho revoluciones vinculadas a los alimentos. Ellas han ido definiendo y redefiniendo la forma cómo las sociedades producen y consumen lo que necesitan para alimentarse y por cierto, también, la forma en que las personas se relacionan con los alimentos.

Las revoluciones identificadas y descritas por Fernández – Armesto estuvieron basadas en: 1) el uso del fuego para el tratamiento de los alimentos, 2) el otorgamiento de significados a lo que se come a través de los ritos, 3) el desarrollo del pastoreo, 4) el desarrollo de la agricultura, 5) el entendimiento de la comida como factor de desigualdad social, 6) la internacionalización de la comida, 7) el intercambio de especies animales y vegetales entre continentes producto de los descubrimientos geográficos y 8) la industrialización de la producción de los alimentos y de la agricultura de los siglos XIX y XX.

Según Fernández – Armesto el mundo estaría viviendo, entonces, en su octava revolución alimentaria; iniciada hace ya un par de siglos. Esta se caracterizaría, en lo esencial, por la producción masiva de alimentos estandarizados en base al modelo fordista de empresa y del desarrollo industrial.

La evidencia indica, sin embargo, que actualmente estamos viviendo una nueva transformación alimentaria, sustentada en procesos y rasgos muy distintos a aquella descrita por tal autor. Al respecto, es importante tener presente que en las últimas dos décadas han empezado a ocurrir cambios notables en las distintas actividades relacionadas a los procesos de producción de los alimentos, a las formas de organización de las empresas y cadenas alimentarias, en la manera de incorporar la gestión de la sustentabilidad y de los riesgos y por cierto en la forma en cómo entendemos los alimentos. Para qué hablar de las aplicaciones de los nuevos desarrollos tecnológicos en ámbitos como la biotecnología, la nanotecnología y las TICS.

En esta revolución alimentaria, las industrias venden cada vez más intangibles y contenidos simbólicos, las empresas están empeñadas en la diferenciación y descommoditización de sus productos, y los consumidores cada vez demandan alimentos con múltiples propósitos los que aluden a los ámbitos más variados de la vida como es la salud, la belleza, la longevidad, la vitalidad, el bienestar y la identidad. Con mayor frecuencia se habla de la “alimentación emocional”. Cada vez más la producción de alimentos se realiza a partir de una relación más responsable con la naturaleza y las cadenas alimentarias toman mayor conciencia de las interdependencias con otros sectores productivos. El concepto “de la producción primaria a la mesa se constituye en un sentido común”.

La actual transformación alimentaria es más amplia y más profunda que las revoluciones alimentarias anteriores porque aborda los más diversos contornos y ámbitos de la producción y el consumo de los alimentos. Un ámbito adicional a los señalados y de un notable potencial es el vinculado a los  avances en la nutrigenómica, la biodisponibilidad de los alimentos y  en el conocimiento de la neurofisiología del hambre, de la saciedad, de la gratificación  y del placer relacionados con la alimentación. Esta transformación se caracteriza, entonces,  por nuevas formas de producir en el campo, de procesar en la agroindustria, de innovar en los productos y en los procesos en las distintas cadenas alimentarias, de distribuir los alimentos a lo largo y ancho del mundo y de consumir por parte de consumidores más exigentes y sofisticados. Las modalidades en que las personas se relacionan con los alimentos y, los alimentos mismos, ya no son como antes.

Es por lo tanto tal amplitud y profundidad lo que más define su especificidad. La actual revolución alimetaria es una revolución total.

Un tema importante a debatir, en este contexto, es si la fuerza y las características de esta nueva transformación alimentaria, algunas de ellas solo emergentes, son suficientes para resolver equitativa y sustentablemente las demandas de alimentos que tendrá el mundo en las próximas décadas, teniendo en consideración las inéditas restricciones presentes y futuras desde una perspectiva de los recursos naturales y del cambio climático. ¿Qué crees tú?

martes, 23 de marzo de 2010

Nuevo Gobierno y Política Agraria: Cambio y Continuidad

Cada vez es más evidente que los países que alcanzan el desarrollo son aquellos en que sus políticas públicas tienen un horizonte de largo plazo y sus modalidades institucionales se sustentan en amplios acuerdos nacionales. Dicho de otro modo, el crecimiento y el desarrollo son más probables cuando las políticas son de Estado.

En nuestro país tenemos muchos ejemplos de políticas concebidas en tal perspectiva. La política agrícola es un ejemplo de esto. Con ello no estamos sosteniendo, obviamente, que en la política sectorial de los últimos 30 años no hayan habido elementos de cambio entre los distintos gobiernos o que en la actualidad, después de 20 años de gobierno de la Concertación, no existan temas de relevancia que se deban evaluar y debatir.

Lo que estamos sosteniendo es que en aspectos muy sustantivos de la política agrícola se han ido alcanzando y construyendo acuerdos importantes y que los elementos de continuidad de ella han sido relevantes, incluso en el cambio de régimen que significó el paso de un gobierno autoritario a uno democrático el año 1990.

Con el regreso de la democracia se mantuvieron elementos centrales de la estrategia de crecimiento económico como la apertura comercial, la propiedad e iniciativa privada y el libre mercado; aspectos todos que constituyen aspectos definitorios de la política agrícola. En lo específicamente sectorial, se mantuvo el énfasis en las exportaciones, las bandas de precios y se fortaleció la Ley 18.450 de Fomento del Riego y Drenaje y el DL 701 de Fomento a la Forestación. Todos estos fueron elementos relevantes de continuidad.

Pero en los gobiernos de la Concertación, como se esperaba y demandaba, también hubo importantes elementos de cambio. Estos elementos se dieron en seis ámbitos: a) en el protagonismo de la agricultura campesina en los objetivos y en los recursos del Ministerio de Agricultura; b) en el rol asignado al Estado en las correcciones de las diversas fallas de los mercados; c) en el diseño e implementación de políticas e instrumentos para el fomento de la innovación; d) en el reemplazo de la estrategia de apertura unilateral por otra en que se privilegiaron los acuerdos comerciales, e) en la incorporación de los temas ambientales y del cambio climático en el diseño e implementación de las políticas sectoriales y f) en el fomento de la asociatividad, de la participación y del accountability.

Los cambios de las coaliciones gobernantes generan, con frecuencia, expectativas e interés, más aún cuando ocurren después de largo tiempo. El Presidente Sebastián Piñera ha señalado que se mantendrá lo bueno, se mejorará lo regular y se cambiará lo malo. Esta es otra forma de expresar que en democracia los cambios bruscos no tienen destino y que los avances para que se proyecten en el tiempo deben ser necesariamente graduales y sustentarse en amplio acuerdos.

El nuevo Ministro de Agricultura se ha expresado de forma similar al abordar las tareas institucionales que tiene por delante. El presente año será central para saber en qué combinación y con qué énfasis las nuevas autoridades ministeriales gestionarán la continuidad y el cambio. Así es la democracia, en el entendido que las políticas públicas expresan visiones y proyectos específicos de sociedad. Es bueno para el sector que haya elementos de continuidad. Es esperable en democracia que las prioridades y los énfasis cambien cuando asume un nuevo gobierno y una nueva coalición.

El desafío de transformar a Chile en una Potencia Alimentaria y Forestal está más vigente que nunca y, lo más importante, es posible pues en las dos últimas décadas la agricultura chilena tuvo avances notables. Si hoy nuestra agricultura es más y mejor que el año 1990, todo indica que de seguir haciendo las cosas bien el año 2020 nuestro sector será más competitivo y más desarrollado que en la actualidad. Ello es imprescindible para seguir mejorando las condiciones de vida de los chilenos y chilenas que viven y trabajan en el campo y para fortalecer la identidad alimentaria de nuestro país.

(Este artículo fue publicado en la Revista del Campo del Diario El Mercurio del  22 de marzo de 2010)

lunes, 15 de marzo de 2010

Lovelock v/s Sachs

En estos días he concluido la lectura de dos grandes libros, escritos por dos notables autores. El primero es “La Venganza de la Tierra”, de James Lovelock y el segundo “Economía para un Planeta Abarrotado”, de Jeffrey Sachs. Ambos abordan una temática más amplia que el cambio climático, sobre todo el segundo, pero es en este tema que concentré mi lectura y focalizaré estos breves comentarios.

Lovelock, conocido y destacado científico, escribe desde su visión personal del ecologismo, instintivo y práctico como el lo define, y que lo lleva a tener una clara y activa posición favorable a la energía nuclear. Sachs, prestigioso y prolífero economista, escribe desde su vasta experiencia en temas del desarrollo, de la pobreza y del medio ambiente, apostando a grandes soluciones globales y a una nueva cooperación internacional.

Sus diferencias son múltiples y sustantivas, pero es mi convicción que ambos libros son imprescindibles para tener una visión global sobre uno de nuestros principales desafíos como humanidad. Solo para mencionar algunas de tales diferencias, destacaré tres. Mientras Lovelock sostiene la necesidad de “una retirada sustentable”, Sachs confía en que la utilización de tecnologías adecuadas nos permitirá “un desarrollo sostenible”. Mientras el padre de la Teoría de Gaia afirma que el daño ya está hecho, el Director del Instituto de la Tierra apuesta a que aún es tiempo en la medida que se actué con firmeza. Mientras Lovelock indica que la tierra no debiera sostener a más de 1.000 millones de habitantes, Sachs propone que la población mundial debiera estabilizarse en alrededor de los 8.000 millones de personas al año 2050.

Ambos autores sostienen, sin embargo, que como humanidad debiéramos aprender a relacionarnos de una manera distinta con la tierra y la naturaleza. Lovelock afirma, al respecto, que “nuestra especie debería firmar la paz con el resto del mundo en que vivimos”. Sachs consigna que tenemos que concebir la tierra como “un hogar para todas las especies” y citando a E. O. Wilson afirma que la conservación de la biodiversidad tiene que ver “nada menos que con la protección de la creación”.

Siguiendo a Octavio Paz, sostengo que uno de los valores más ausentes en las sociedades modernas y democráticas es la fraternidad, no solo entre los hombres y mujeres, como sostiene este Premio Novel de Literatura, sino que también con todos los seres vivos y con la tierra.

“La Venganza de la Tierra” y la “Economía para un Planeta Abarrotado” nos plantean perspectivas distintas, pero en algunos aspectos complementarias. Por formación y convicción tiendo a coincidir con el optimismo moderado y responsable de Jeffrey Sachs, pues creo y confío que como humanidad encontraremos las respuestas tecnológicas adecuadas a un desafío que finalmente es político y ético. Este es un debate abierto y apasionante que está en pleno desarrollo. ¿Qué opinas tú?

jueves, 28 de enero de 2010

Adaptación de la agricultura al cambio climático

La información con que se cuenta hasta el momento indica que los impactos productivos, económicos y sociales del cambio climático en la agricultura no serán homogéneos, ya que éste afectará de manera diferenciada en las distintas zonas agroclimáticas del país. En otras palabras, un mismo rubro puede verse afectado negativamente en su rendimiento en algunas zonas y presentar mejor comportamiento en otras.

Un reciente estudio de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica permite concluir que, si bien desde una perspectiva nacional los impactos económicos del cambio climático sobre el sector serán más bien "moderados", en algunas zonas pueden ser muy significativos. Para una cobertura más acotada, un estudio del Inia llega a conclusiones similares. Si bien las investigaciones de esta naturaleza debieran ir perfeccionándose en los años que vienen, ellas constituyen una base de información para empezar a definir los ejes estratégicos de un plan sectorial de adaptación, tarea que el Plan Nacional de Acción de Cambio Climático de 2008 establece que debiera realizarse en los próximos dos años.


Este plan sectorial de adaptación debiera tener seis líneas o programas estratégicos: a) aumento de la capacidad de embalse de agua y mejoramiento de la eficiencia del riego, b) creación y mejoramiento genético de variedades de cultivos, frutales y forrajeras, c) estudio de los nuevos comportamientos epidemiológicos de plagas y enfermedades y reforzamiento de los sistemas de vigilancia y control, d) desarrollo de investigación, innovación y transferencia de nuevas prácticas silvoagropecuarias, e) fortalecimiento de los sistemas de gestión de riesgos, y f) ampliación de las capacidades de los recursos humanos, tanto de los actores productivos como de los técnicos y profesionales.

Distintos antecedentes señalan que en los temas relacionados con el cambio climático los productores sectoriales cuentan con muy poca información, entre otras razones porque ésta se ha ido generando en los años recientes. Es evidente que este déficit debe empezar a resolverse con prontitud. Enfrentar el cambio climático demandará de los productores tomar muchas decisiones, algunas de ellas nada de fáciles. Esta situación requiere que los productores dispongan, por lo tanto, de información de calidad; que participen activamente en la preparación del plan sectorial de adaptación; y que dispongan de los instrumentos de fomento adecuados. Atención especial tiene que darse a los pequeños y medianos agricultores con mayores niveles de vulnerabilidad. Dada la naturaleza y magnitud de lo que estamos hablando, la participación de los distintos actores productivos en el diseño de las diferentes iniciativas de adaptación se constituye en una condición relevante de éxito.

El Estado tiene un rol insustituible en el proceso de adaptación de la agricultura al cambio climático, en al menos cuatro áreas: a) en la generación de información, b) conducción y articulación de planes y programas estratégicos en este ámbito, c) desarrollo de investigación e innovación para la adaptación y d) en la generación de instrumentos de fomento adecuados. La implementación del plan sectorial de adaptación acá esbozado demandará un incremento muy significativo del presupuesto asignado al Ministerio de Agricultura.

La adaptación al cambio climático es el principal y más exigente desafío de la agricultura chilena de las próximas décadas. Si hacemos las cosas bien, a partir de una fuerte colaboración público-privada, debiéramos reducir de forma importante los costos de los impactos negativos y aprovechar sus oportunidades.

En la adaptación y mitigación del cambio climático hay dos grandes y exigentes tareas. Son de la mayor relevancia para el desarrollo exitoso de la apuesta de transformar a Chile en potencia alimentaria y forestal. Los años que vienen serán clave para emprenderlas con fuerza y perseverancia.


Nota: Este artículo fue publicado en la Revista del Campo del Diario el Mercurio con el título Clima: las tareas pendientes el lunes 25 de enero de 2010.

sábado, 9 de enero de 2010

Potencia Alimentaria y Forestal Carbono Neutral

Desde su lanzamiento como idea en los años 2003/2004, y en la medida que se ha consolidado como apuesta nacional, muchos nos hemos preguntado si el “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” no necesitaría un complemento, otra idea que la precisara y la vinculara a ciertas metas.

Yo hasta ahora había creído que ello no era necesario, que los grandes desafíos de los países, en cualquier parte del mundo, siempre tienen algo de ambigüedad, en general tienen varias interpretaciones y sus metas más específicas pueden ir cambiando conforme se implementan.

A mi juicio, la apuesta “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” desde sus orígenes estuvo bien orientada enfatizando su dimensión exportadora, ojalá a los mercados de más alto valor, y que nuestros productos fueran reconocidos mundialmente como confiables y seguros. Pero esta es una interpretación, solamente. Otra interpretación pareciera creer imprescindible el desarrollo de los mercados nacionales, sin negar la relevancia de las exportaciones. Esta igualmente enfatiza la inclusión de la pequeña agricultura a esta apuesta.

Es evidente que estas interpretaciones no son incompatibles, y más bien representan matices de una misma comprensión. En todo caso, “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” no da para todo; tiene una especificidad que es la vocación y potencial productivo de Chile que solo puede expresarse en plenitud exportando; exportando más y mejores productos. Tal especificidad no es compatible, por cierto, por ejemplo, al concepto de soberanía alimentaria entendida como autosuficiencia.

Dados los escenarios climáticos y alimentarios globales, presentes y futuros, es evidente que uno de los elementos que más están condicionando y condicionarán el desarrollo de la agricultura y de la industria de los alimentos es el cambio climático y sus exigencias de mitigación y adaptación. La próxima década, con seguridad, será la década de la huella de carbono como instrumento de gestión cuyo objetivo es hacer  más eficientes enegética y ambientalmente los procesos productivos del sector y así responder a las exigencias que nos vendrán desde los mercados internacionales.

Si esto es así, ¿por qué no complementar nuestro “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” con el complemento Carbono Neutral?, lo que significa reconocer y posicionar la realidad de un sector silvoagropecuario que en su conjunto captura más carbono que el que emite. ¿Qué opinas tú? Es un debate abierto en que todos podemos participar.