jueves, 22 de abril de 2010

Potencia Alimentaria: ¿Seremos capaces?

Iniciaremos este artículo con dos afirmaciones a mi modo de ver ordenadoras. La primera es que actualmente no somos una potencia alimentaria, pues estamos solo a medio camino de concretar este desafío. La segunda es que podemos serlo, pero para ello tenemos por delante algunas tareas extraordinariamente exigentes.

Pero, ¿de qué estamos hablando cuándo aludimos a la idea de potencia alimentaria? ¿Entendemos todos más o menos lo mismo? Al respecto, si hiciéramos el ejercicio de reunir a nuestros dirigentes y líderes sectoriales, públicos y privados, y les preguntáramos a cada uno de ellos que entienden con tal concepto, muy probablemente tendríamos dispares respuestas, distintas interpretaciones, incluso algunas de ellas pudieran ser hasta contradictorias.

Posiblemente algunos sostendrían que lo sustantivo de esta apuesta es el aumento de las exportaciones y otros señalarán que lo definitorio es el posicionamiento de nuestros productos en los segmentos de mercado de más alto valor. Probablemente algunos afirmarían que esta es una idea fuerza a sostener exclusivamente al interior del país mientras otros manifestarán que Chile potencia alimentaria es casi como una marca para posicionarnos en los mercados mundiales.

Mi visión es que apostar a constituir a Chile en una potencia alimentaria significa proponerse ser de los mejores del mundo en el ámbito alimentario en al menos los siguientes aspectos: a) liderazgo en el ranking mundial de las exportaciones de un conjunto importante de productos, b) estar posicionados en los segmentos de más alto valor de los mercados más sofisticados del mundo, c) ser reconocidos como productores de alimentos de calidad, sanos, y confiables y d) tener identidad alimentaria. Incluso si se quiere ser más exigente con el concepto, este podría también referirse a la capacidad de imponer pauta en alguna tendencia de producción a través de la innovación.

En algunos de estos criterios existen actualmente avances relevantes, sobre todo en lo que se refiere a los puntos a) y c). Hoy el país tiene un liderazgo claro en la exportación de frutas y en el vino estamos entre los cinco mayores exportadores a nivel global. Actualmente somos el quinto exportador per cápita de alimentos del mundo. Por otra parte, nuestros alimentos son reconocidos como de calidad y confiables. Sin embargo, se nos ha hecho difícil incorporarnos en los segmentos de más alto valor en los mercados estadounidenses y europeos y nuestros productos alimentarios no son identificados como chilenos; es decir, carecen de una imagen identitaria común.

En lo que respecta a marcar alguna tendencia en la producción alimentaria, como podría ser, por ejemplo, el posicionamiento de alguna variedad o producto en los mercados externos, pareciera ser un desafío muy lejano de alcanzar. Por lo demás nunca ni siquiera nos lo hemos planteado. Este aspecto requiere innovación, más y mejor innovación, elemento donde existen grandes déficit.

De las argumentaciones desarrolladas en los párrafos anteriores se han ido perfilando algunas de las grandes tareas a implementar en esta década para concretar esta apuesta sectorial. Solo mencionaré las 8 más relevantes. Estas son:

a) Adaptar nuestra estructura productiva agrícola y alimentaria a los impactos del cambio climático y avanzar en el desarrollo de una industria alimentaria de bajo carbono y con alta eficiencia en el uso del agua.
b) Desarrollar la producción de alimentos funcionales, pues la demanda por estos seguirá aumentando en el planeta y los países con alguna pretensión de liderazgo ya está apostando a su desarrollo.
c) Invertir fuertemente en biotecnología y en nanotecnología. En este ámbito es importante fortalecer la regulación de los cultivos transgénicos.
d) Ampliar el Programa de Creación de Variedades de Frutales, promoviendo la exportación de genética y la creación de nuevos negocios.
e) Posicionar nuestros productos alimentarios en los segmentos de mercado de más alto valor de los países desarrollados.
f) Fortalecer las alianzas con actores mundiales líderes en el campo alimentario, de tal manera de que podamos recuperar terreno en el área de la innovación y de la formación de nuestros recursos humanos.
g) Concretar la implementación de un Ministerio de Agricultura, Pesca y los Alimentos.
h) Desarrollar una nítida identidad alimentaria, en el marco de un fuerte desarrollo de la imagen país.

A mi juicio, Chile potencia alimentaria es sobre todo una idea movilizadora, un gran ambición sectorial, quizás un “sueño” demasiado grande para hacerlo realidad en un país que todavía no se convence que puede ser desarrollado. No obstante todo esto, estoy convencido que podemos lograrlo.¿Qué opinas tú?

(Artículo publicado en el Blog de la Revista del Campo, Diario el Mercurio, del 19 de abril de 2010)

viernes, 9 de abril de 2010

¿Qué es lo más característico de la actual revolución alimentaria?

Es mi convicción que estamos viviendo una nueva revolución alimentaria. Probablemente iniciada en la última década del siglo XX. ¿Cómo podríamos caracterizar y calificar tal revolución? ¿Qué tiene ésta de distinto a las anteriores?

El historiador inglés Felipe Fernández – Armesto en su libro “Historia de la comida: Alimentos, cocina y civilización”, del año 2004, sostiene que la humanidad ha tenido a lo largo de su desarrollo ocho revoluciones vinculadas a los alimentos. Ellas han ido definiendo y redefiniendo la forma cómo las sociedades producen y consumen lo que necesitan para alimentarse y por cierto, también, la forma en que las personas se relacionan con los alimentos.

Las revoluciones identificadas y descritas por Fernández – Armesto estuvieron basadas en: 1) el uso del fuego para el tratamiento de los alimentos, 2) el otorgamiento de significados a lo que se come a través de los ritos, 3) el desarrollo del pastoreo, 4) el desarrollo de la agricultura, 5) el entendimiento de la comida como factor de desigualdad social, 6) la internacionalización de la comida, 7) el intercambio de especies animales y vegetales entre continentes producto de los descubrimientos geográficos y 8) la industrialización de la producción de los alimentos y de la agricultura de los siglos XIX y XX.

Según Fernández – Armesto el mundo estaría viviendo, entonces, en su octava revolución alimentaria; iniciada hace ya un par de siglos. Esta se caracterizaría, en lo esencial, por la producción masiva de alimentos estandarizados en base al modelo fordista de empresa y del desarrollo industrial.

La evidencia indica, sin embargo, que actualmente estamos viviendo una nueva transformación alimentaria, sustentada en procesos y rasgos muy distintos a aquella descrita por tal autor. Al respecto, es importante tener presente que en las últimas dos décadas han empezado a ocurrir cambios notables en las distintas actividades relacionadas a los procesos de producción de los alimentos, a las formas de organización de las empresas y cadenas alimentarias, en la manera de incorporar la gestión de la sustentabilidad y de los riesgos y por cierto en la forma en cómo entendemos los alimentos. Para qué hablar de las aplicaciones de los nuevos desarrollos tecnológicos en ámbitos como la biotecnología, la nanotecnología y las TICS.

En esta revolución alimentaria, las industrias venden cada vez más intangibles y contenidos simbólicos, las empresas están empeñadas en la diferenciación y descommoditización de sus productos, y los consumidores cada vez demandan alimentos con múltiples propósitos los que aluden a los ámbitos más variados de la vida como es la salud, la belleza, la longevidad, la vitalidad, el bienestar y la identidad. Con mayor frecuencia se habla de la “alimentación emocional”. Cada vez más la producción de alimentos se realiza a partir de una relación más responsable con la naturaleza y las cadenas alimentarias toman mayor conciencia de las interdependencias con otros sectores productivos. El concepto “de la producción primaria a la mesa se constituye en un sentido común”.

La actual transformación alimentaria es más amplia y más profunda que las revoluciones alimentarias anteriores porque aborda los más diversos contornos y ámbitos de la producción y el consumo de los alimentos. Un ámbito adicional a los señalados y de un notable potencial es el vinculado a los  avances en la nutrigenómica, la biodisponibilidad de los alimentos y  en el conocimiento de la neurofisiología del hambre, de la saciedad, de la gratificación  y del placer relacionados con la alimentación. Esta transformación se caracteriza, entonces,  por nuevas formas de producir en el campo, de procesar en la agroindustria, de innovar en los productos y en los procesos en las distintas cadenas alimentarias, de distribuir los alimentos a lo largo y ancho del mundo y de consumir por parte de consumidores más exigentes y sofisticados. Las modalidades en que las personas se relacionan con los alimentos y, los alimentos mismos, ya no son como antes.

Es por lo tanto tal amplitud y profundidad lo que más define su especificidad. La actual revolución alimetaria es una revolución total.

Un tema importante a debatir, en este contexto, es si la fuerza y las características de esta nueva transformación alimentaria, algunas de ellas solo emergentes, son suficientes para resolver equitativa y sustentablemente las demandas de alimentos que tendrá el mundo en las próximas décadas, teniendo en consideración las inéditas restricciones presentes y futuras desde una perspectiva de los recursos naturales y del cambio climático. ¿Qué crees tú?