lunes, 31 de mayo de 2010

Asociatividad: Una opción vigente y necesaria

Una de las apuestas con resultados más esquivos de las realizadas en los últimos 20 años en relación al desarrollo de la pequeña agricultura ha sido la de la asociatividad. Así como en algunas de tales apuestas los logros fueron importantes, en esta los resultados son modestos. Esta apreciación es más fuerte si se tiene en consideración que el fortalecimiento organizacional estuvo siempre en el centro de los objetivos de la política agrícola hacia este segmento de la agricultura chilena.

Este es el típico caso de una apuesta correcta con dificultades de implementación. Este es un típico caso, además, en que contándose con una decisión clara y evidente, expresada en importantes recursos del presupuesto, no tuvo la contraparte de recursos humanos, públicos y privados, en la cantidad y calidad que la complejidad y exigencia de la tarea significaba. A veces se fue muy rápido, como con las organizaciones de negocios de la segunda mitad de los noventa, y otras muy lento, como en el caso de los centros de gestión durante la última década. En otras oportunidades faltó perseverancia, como en los últimos años en relación a las organizaciones por rubro.

A pesar de este contexto general, existen casos notables de asociatividad exitosa aunque pocos en relación a las dimensiones de la pequeña agricultura y en relación a las exigencias de competitividad de los tiempos que corren. Estos casos exitosos han combinado, en general, consistentes liderazgos de los dirigentes campesinos, profesionalización de la gestión y una adecuada evaluación del posicionamiento estratégico del negocio y de la asociatividad en relación a la cadena de valor en la que se desarrolla la actividad.

Pero seamos claros, la asociatividad en la pequeña agricultura es necesaria y sigue teniendo vigencia para el desarrollo de ésta. Si no miremos solamente los esfuerzos que realiza la mediana y gran empresa agropecuaria para tener organizaciones fuertes y modernas, esfuerzos que no siempre se ven gratificados por el éxito y cuando lo son es perfectamente constatable el valor adicionado por la organización. Si no miremos, además, los niveles de asociatividad existentes en todos los países con desarrollo agrícolas importantes.

En este ámbito de política agrícola hay que seguir perseverando, renovar el compromiso con el fortalecimiento organizacional y ajustar la estrategia de desarrollo y fomento asociativo. A partir de los éxitos y fracasos, así como de la experiencia internacional en esta materia, es necesario replantearse la forma como el desarrollo y el fomento asociativo se ha venido abordando. El desarrollo asociativo de negocios en cualquier parte del mundo tiene altas tasas de fracaso, como son altas también las tasas de fracasos de los emprendimientos en general.

Algunos de los criterios a partir de los cuales tal replanteamiento pudiera realizarse son los siguientes: a) la asociatividad siempre debe basarse en la decisión voluntaria de los pequeños productores, quienes son finalmente los que asumen la responsabilidad del éxito o fracaso de ella, b) el liderazgo dirigencial y la gestión profesional son imprescindibles, c) el aporte de valor de la asociatividad dependerá de cada cadena alimentaria y de los objetivos de negocios de los productores, d) deben explorarse formas en que una asociatividad esté constituida por distintos tipos de productores y e) aceptar que la respuesta asociativa no siempre es la mejor solución.

El desafío asociativo debiera entenderse y asumirse como tarea principal y esencialmente de los propios productores, la cual es apoyada por el Estado salvaguardando el principio de la autonomía. Son los productores los que deciden el negocio a realizar y el tipo de asociatividad que se dan. Pero también es necesario incorporar a otros actores a este desafío como son las universidades y los centros de estudios. Para tareas grandes, grandes alianzas. Hay que invertir más y mejor para poder contar con más y mejor asociatividad en la pequeña agricultura.

Desarrollar y fomentar la asociatividad de negocios es una tarea compleja, difícil y exigente que requiere de tecnología, capacidades, confianza y liderazgo. Aprendiendo de nuestros errores y aciertos, con pragmatismo, podremos aprovechar el potencial de desarrollo que puede tener la asociatividad para el desarrollo empresarial de la pequeña agricultura. Bien implementada, la opción asociativa puede ser un interesante instrumento para consolidar el aporte de este segmento de la agricultura chilena a la apuesta de transformar a Chile en potencia alimentaria.

Este artículo ha publicado por la Revista Del Campo del Diario El Mercurio del 31 de mayo de 2010.

lunes, 3 de mayo de 2010

20 años de políticas hacia la pequeña agricultura: Algunas ideas preliminares.

La implementación de las políticas para la agricultura campesina de los Gobiernos de la Concertación tuvo, a mi juicio, dos referencias “marcadoras”. La primera fue el proceso de reforma agraria de los años 60 y la segunda la distinción entre los productores viables e inviables realizada por el gobierno autoritario.

Estas dos referencias tuvieron importantes consecuencias. La añoranza por parte de los pequeños productores y de sus organizaciones hacia la reforma agraria influyó notablemente en sus expectativas en relación a las nuevas políticas agrícolas y dificultó la satisfacción de ellos con las políticas de la Concertación, entre otras cosas porque era imposible que accedieran a beneficios ni de cerca similares a los obtenidos en aquel proceso. Por otra parte, la distinción entre viables e inviables sesgó las nuevas políticas hacia la pequeña agricultura, dado que tal era una distinción del período de Pinochet. Se apostó, así, como contrapunto, al desarrollo productivo del conjunto de los campesinos, cuando probablemente era extremadamente difícil de lograr.

Más allá del concepto de políticas diferenciadas, la coexistencia de una diversidad de segmentos de pequeños productores sujetos de atención por parte del INDAP, evidentemente se hizo muy difícil la implementación de las políticas y programas con la eficiencia esperada. El lema pareciera haber sido, o se desarrollan productivamente todos o no se desarrolla ninguno.

En este contexto, a través de los distintos gobiernos se fueron implementando un conjunto de apuestas en el ámbito del desarrollo de la pequeña agricultura. Estas apuestas fueron en lo sustantivo: a) el acceso preferente a los grandes subsidios estatales, b) el fortalecimiento asociativo, c) el desarrollo empresarial y de negocios, d) la incorporación a los procesos de exportación, e) el acceso al financiamiento del sistema financiero, f) el acceso a la utilización de los nuevos instrumentos de política agrícola, g) la incorporación al desafío de transformar a Chile en Potencia Alimentaria y h) los encadenamientos productivos de los pequeños productores con distintos actores de las cadenas alimentarias.

Tales apuestas, estoy convencido, fueran las correctas. Ellas en algunos casos fueron logradas importantemente, aunque su mantención y perfeccionamiento en los años que vienen es muy relevante. Otras fueron logradas solo muy parcialmente. Las interpretaciones sobre por qué estas apuestas en su conjunto no provocaron un desarrollo más evidente y dinámico de este importante segmento de la agricultura nacional pueden ser variadas. En esta oportunidad mencionaré únicamente tres: a) las dificultades de hacer desarrollo empresarial de la pequeña empresa en general y de la pequeña agricultura en particular, en Chile y el mundo, b) la no siempre adecuada y persistente implementación de tales apuestas y c) la insuficiente asignación de recursos que permitieran dar una envergadura suficiente a las iniciativas desarrolladas.

En el ámbito del desarrollo productivo de la pequeña empresas, no basta hacer apuestas correctas sino que es imprescindible implementarlas eficientemente y en una magnitud adecuada.

No me caben dudas que los gobiernos de la Concertación intentaron siempre ser leales a su compromiso con la pequeña agricultura. El desarrollo de ésta constituyó en los últimos 20 años una prioridad de los distintos Ministros de Agricultura. Pero es claro que para gobernar en los tiempos actuales se requiera mucho más que voluntad política. También se requiere capacidades técnicas e institucionales, y estas no siempre están disponibles en la calidad y cantidad en países del nivel de desarrollo del nuestro.

Hacer fomento productivo de la pequeña agricultura es caro, difícil y complejo, sobre todo si se tiene presente que en países abiertos tal desarrollo significa necesariamente la incorporación a los mercados; y en lo posible a los mercados más exigentes del país y del mundo.