La información con que se cuenta hasta el momento indica que los impactos productivos, económicos y sociales del cambio climático en la agricultura no serán homogéneos, ya que éste afectará de manera diferenciada en las distintas zonas agroclimáticas del país. En otras palabras, un mismo rubro puede verse afectado negativamente en su rendimiento en algunas zonas y presentar mejor comportamiento en otras.
Un reciente estudio de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica permite concluir que, si bien desde una perspectiva nacional los impactos económicos del cambio climático sobre el sector serán más bien "moderados", en algunas zonas pueden ser muy significativos. Para una cobertura más acotada, un estudio del Inia llega a conclusiones similares. Si bien las investigaciones de esta naturaleza debieran ir perfeccionándose en los años que vienen, ellas constituyen una base de información para empezar a definir los ejes estratégicos de un plan sectorial de adaptación, tarea que el Plan Nacional de Acción de Cambio Climático de 2008 establece que debiera realizarse en los próximos dos años.
Este plan sectorial de adaptación debiera tener seis líneas o programas estratégicos: a) aumento de la capacidad de embalse de agua y mejoramiento de la eficiencia del riego, b) creación y mejoramiento genético de variedades de cultivos, frutales y forrajeras, c) estudio de los nuevos comportamientos epidemiológicos de plagas y enfermedades y reforzamiento de los sistemas de vigilancia y control, d) desarrollo de investigación, innovación y transferencia de nuevas prácticas silvoagropecuarias, e) fortalecimiento de los sistemas de gestión de riesgos, y f) ampliación de las capacidades de los recursos humanos, tanto de los actores productivos como de los técnicos y profesionales.
Distintos antecedentes señalan que en los temas relacionados con el cambio climático los productores sectoriales cuentan con muy poca información, entre otras razones porque ésta se ha ido generando en los años recientes. Es evidente que este déficit debe empezar a resolverse con prontitud. Enfrentar el cambio climático demandará de los productores tomar muchas decisiones, algunas de ellas nada de fáciles. Esta situación requiere que los productores dispongan, por lo tanto, de información de calidad; que participen activamente en la preparación del plan sectorial de adaptación; y que dispongan de los instrumentos de fomento adecuados. Atención especial tiene que darse a los pequeños y medianos agricultores con mayores niveles de vulnerabilidad. Dada la naturaleza y magnitud de lo que estamos hablando, la participación de los distintos actores productivos en el diseño de las diferentes iniciativas de adaptación se constituye en una condición relevante de éxito.
El Estado tiene un rol insustituible en el proceso de adaptación de la agricultura al cambio climático, en al menos cuatro áreas: a) en la generación de información, b) conducción y articulación de planes y programas estratégicos en este ámbito, c) desarrollo de investigación e innovación para la adaptación y d) en la generación de instrumentos de fomento adecuados. La implementación del plan sectorial de adaptación acá esbozado demandará un incremento muy significativo del presupuesto asignado al Ministerio de Agricultura.
La adaptación al cambio climático es el principal y más exigente desafío de la agricultura chilena de las próximas décadas. Si hacemos las cosas bien, a partir de una fuerte colaboración público-privada, debiéramos reducir de forma importante los costos de los impactos negativos y aprovechar sus oportunidades.
En la adaptación y mitigación del cambio climático hay dos grandes y exigentes tareas. Son de la mayor relevancia para el desarrollo exitoso de la apuesta de transformar a Chile en potencia alimentaria y forestal. Los años que vienen serán clave para emprenderlas con fuerza y perseverancia.
Nota: Este artículo fue publicado en la Revista del Campo del Diario el Mercurio con el título Clima: las tareas pendientes el lunes 25 de enero de 2010.
Compartiendo mi visión sobre la nueva revolución alimentaria, la agricultura y la innovación
jueves, 28 de enero de 2010
sábado, 9 de enero de 2010
Potencia Alimentaria y Forestal Carbono Neutral
Desde su lanzamiento como idea en los años 2003/2004, y en la medida que se ha consolidado como apuesta nacional, muchos nos hemos preguntado si el “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” no necesitaría un complemento, otra idea que la precisara y la vinculara a ciertas metas.
Yo hasta ahora había creído que ello no era necesario, que los grandes desafíos de los países, en cualquier parte del mundo, siempre tienen algo de ambigüedad, en general tienen varias interpretaciones y sus metas más específicas pueden ir cambiando conforme se implementan.
A mi juicio, la apuesta “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” desde sus orígenes estuvo bien orientada enfatizando su dimensión exportadora, ojalá a los mercados de más alto valor, y que nuestros productos fueran reconocidos mundialmente como confiables y seguros. Pero esta es una interpretación, solamente. Otra interpretación pareciera creer imprescindible el desarrollo de los mercados nacionales, sin negar la relevancia de las exportaciones. Esta igualmente enfatiza la inclusión de la pequeña agricultura a esta apuesta.
Es evidente que estas interpretaciones no son incompatibles, y más bien representan matices de una misma comprensión. En todo caso, “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” no da para todo; tiene una especificidad que es la vocación y potencial productivo de Chile que solo puede expresarse en plenitud exportando; exportando más y mejores productos. Tal especificidad no es compatible, por cierto, por ejemplo, al concepto de soberanía alimentaria entendida como autosuficiencia.
Dados los escenarios climáticos y alimentarios globales, presentes y futuros, es evidente que uno de los elementos que más están condicionando y condicionarán el desarrollo de la agricultura y de la industria de los alimentos es el cambio climático y sus exigencias de mitigación y adaptación. La próxima década, con seguridad, será la década de la huella de carbono como instrumento de gestión cuyo objetivo es hacer más eficientes enegética y ambientalmente los procesos productivos del sector y así responder a las exigencias que nos vendrán desde los mercados internacionales.
Si esto es así, ¿por qué no complementar nuestro “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” con el complemento Carbono Neutral?, lo que significa reconocer y posicionar la realidad de un sector silvoagropecuario que en su conjunto captura más carbono que el que emite. ¿Qué opinas tú? Es un debate abierto en que todos podemos participar.
Yo hasta ahora había creído que ello no era necesario, que los grandes desafíos de los países, en cualquier parte del mundo, siempre tienen algo de ambigüedad, en general tienen varias interpretaciones y sus metas más específicas pueden ir cambiando conforme se implementan.
A mi juicio, la apuesta “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” desde sus orígenes estuvo bien orientada enfatizando su dimensión exportadora, ojalá a los mercados de más alto valor, y que nuestros productos fueran reconocidos mundialmente como confiables y seguros. Pero esta es una interpretación, solamente. Otra interpretación pareciera creer imprescindible el desarrollo de los mercados nacionales, sin negar la relevancia de las exportaciones. Esta igualmente enfatiza la inclusión de la pequeña agricultura a esta apuesta.
Es evidente que estas interpretaciones no son incompatibles, y más bien representan matices de una misma comprensión. En todo caso, “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” no da para todo; tiene una especificidad que es la vocación y potencial productivo de Chile que solo puede expresarse en plenitud exportando; exportando más y mejores productos. Tal especificidad no es compatible, por cierto, por ejemplo, al concepto de soberanía alimentaria entendida como autosuficiencia.
Dados los escenarios climáticos y alimentarios globales, presentes y futuros, es evidente que uno de los elementos que más están condicionando y condicionarán el desarrollo de la agricultura y de la industria de los alimentos es el cambio climático y sus exigencias de mitigación y adaptación. La próxima década, con seguridad, será la década de la huella de carbono como instrumento de gestión cuyo objetivo es hacer más eficientes enegética y ambientalmente los procesos productivos del sector y así responder a las exigencias que nos vendrán desde los mercados internacionales.
Si esto es así, ¿por qué no complementar nuestro “Chile, Potencia Alimentaria y Forestal” con el complemento Carbono Neutral?, lo que significa reconocer y posicionar la realidad de un sector silvoagropecuario que en su conjunto captura más carbono que el que emite. ¿Qué opinas tú? Es un debate abierto en que todos podemos participar.
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