Durante el último tiempo, distintos autores e instituciones han ido enfatizando y concordando el planteamiento de que estamos viviendo un evidente agotamiento del paradigma de la revolución verde.
Tal agotamiento se expresaría, entre otros aspectos, en la dificultad de aquél paradigma para seguir aumentando los rendimientos agrícolas de acuerdo a las exigencias de la demanda y para disminuir el uso de insumos “poco amigables” con el medio ambiente tan característicos de la revolución verde.
Es mi convicción que el paradigma de la revolución verde está agotado desde hace tiempo, siendo fuertemente cuestionado por el cambio climático y por el nuevo paradigma tecno-económico y organizacional generado a partir de los desarrollos de las TICs y de la biotecnología moderna.
El paradigma tecnológico de la revolución verde es parte de la sociedad industrial, de la primera modernidad; tiempo en que se crean nuevos riesgos pero no se tiene conciencia ni se actúa sobre ellos. Fue el tiempo de la intensificación de la producción agropecuaria y del manejo uniforme de predios y planteles. Fue la época de la estandarización y de los volúmenes, más que de la calidad y de la variedad.
A ese paradigma correspondió una determinada forma de concebir y “hacer” agricultura, de entender la modernización agrícola y de medir el desempeño sectorial. El paradigma tecnológico post revolución verde se desarrolla en el contexto de la “sociedad del riesgo”, y como tal aprovecha la acumulación de conocimientos generada en las décadas pasadas y empieza a hacerse cargo de los temas no resueltos en esa época y de las nuevas demandas de la sociedad, como es el disponer de más, mejores y más variados alimentos.
La producción de más, mejores y más variados alimentos debe hacerse generando menos gases efecto invernadero, con un uso más eficiente del agua, básicamente en la misma superficie de tierra, con nuevos estrés bióticos y abióticos y con una mayor vigilancia de la sociedad en relación a las formas de producción. Además el nuevo paradigma tecnológico agroalimentario debe tener presente que a estos alimentos se les exige satisfacer crecientemente nuevos propósitos y no solo nutricionales: se busca en ellos salud, vitalidad, belleza, experiencias, mejorar los estados de ánimo. La lógica de acción en redes y el rol central de internet son parte también de esta nuevo paradigma.
En este escenario, se están cambiando sustantivamente algunas importantes lógicas impuestas por la revolución verde. Algunos ejemplos son el manejo uniforme de los predios, el cual está siendo sustituido crecientemente por la agricultura de precisión; el alto uso de insumos como fertilizantes, cuestionado por sus efectos en la concentración de gases de efecto invernadero; y la apuesta al desarrollo de un solo tipo de agricultura, lo que se reemplaza por una pluralidad de formas de hacer agricultura: tradicional, transgénica, orgánica, etc.
La modernización agrícola no tiene por lo tanto una sola opción y trayectoria. Tal modernización ya no significa más la utilización de determinados insumos y el domino de una sola racionalidad como puede ser la relación costo / beneficio. Además, en la era de la agricultura del conocimiento y de la nueva revolución alimentaria la forma de medir el desempeño sectorial empieza a incorporar nuevos indicadores como el rendimiento por unidad de agua y la huella de carbono. Los conceptos de “a la medida” y de “precisión” empiezan a ser centrales, como igualmente lo es el de la diferenciación.
Vivimos los inicios de una nueva era en los más distintos ámbitos del quehacer humado y también en lo agrícola y lo alimentario.
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