Las agriculturas y las industrias alimentarias de América Latina están teniendo nuevas y notables oportunidades. Los sectores agroalimentarios de nuestra región tienen múltiples activos para concebirse como parte de la solución y no del problema del difícil escenario alimentario del mundo y de sus exigentes desafíos, presentes y futuros.
Para que tales oportunidades puedan concretarse, es necesario asumir en plenitud dos hechos sustantivos: a) que es necesario hacer una apuesta decidida por la productividad agrícola, de tal forma de reducir las brechas con las agriculturas de países desarrollados, las que lejos de disminuir o mantenerse se han seguido ampliando, b) que es preciso hacer notables esfuerzos por mejorar el desempeño de los INIAs de la región los que, no obstante su gran diversidad y algunas notables excepciones, en promedio presentan importantes dificultades para contribuir a los procesos de punta que están transformando nuestras agriculturas.
A mi juicio, el principal desafío que tienen los INIAs es constituirse en actores relevantes de la nueva revolución agrícola y contribuir a su despliegue en la región.
Desde una perspectiva histórica, no caben dudas de las importantes contribuciones realizadas por los INIAs de América Latina en aquella otra gran revolución agrícola que fue la revolución verde. Fueron los años de la creación de estas instituciones en los tiempos de los sistemas nacionales de investigación agrícola durante las décadas de los 60, 70 y parte de los 80 del siglo pasado. Eran los tiempos de los INIAs de primera generación.
Durante la segunda mitad de los años 80 tal contribución se fue debilitando y en las dos décadas posteriores algunos INIAs de la región fueron desmantelados total o parcialmente. En este contexto se fue posicionando el concepto de la innovación y los incentivos a la demanda para facilitar un rol más activo de las empresas en la definición de las agendas de investigación y en los procesos de innovación agropecuarios. La investigación agrícola pasó a un segundo plano. Eran los tiempos de los INIAs de segunda generación.
Con el debilitamiento del Consenso de Washington y las crisis de precios de los alimentos del 2008 y del 2011 empieza nuevamente a posicionarse el rol central de la investigación agroalimentaria y su relación con los procesos de innovación. Es el tiempo de los INIAs de tercera generación. Es el tiempo de los INIAs de la nueva revolución agrícola. Algunas características de estos INIAs serían:
a) Siguen realizando investigación básica y aplicada, pero en una perspectiva de investigación agrícola para el desarrollo, pensada desde sus inicios en los objetivos del desarrollo.
b) Forman parte relevante de los sistemas nacionales de innovación agroalimentarios. En este sentido los INIAs son una de las fuentes de la innovación agrícola, pero no necesariamente la única.
c) Cuentan con sólidas alianzas con el sector privado y con las universidades.
d) Poseen modelos de de gestión más empresariales, con una cultura de resultados, de la evaluación de impacto y del control social.
e) Son parte activa de redes internacionales de investigación, desarrollando alianzas con instituciones líderes de la región y del mundo.
f) Generan una buena articulación investigación – extensión dado que están preocupados de la senda de impacto de sus “productos” de investigación.
g) Disponen de una visión estratégica sólida.
Todas estas características les exigen a los INIAs disponer de nuevas capacidades y competencias: capacidades estratégicas y prospectivas, capacidades de gestión relacional y de gobernanza y por cierto también capacidades en algunas de las tecnologías de punta.
Cada vez es más evidente que el mundo y América Latina están empezando a vivir una nueva revolución agrícola. Cada vez es más evidente que la región necesita de INIAs de tercera generación. Varios INIAs de la región han iniciado este camino. Los años que vienen serán un tiempo de muchas exigencias en esta perspectiva.