Iniciaremos este artículo con dos afirmaciones a mi modo de ver ordenadoras. La primera es que actualmente no somos una potencia alimentaria, pues estamos solo a medio camino de concretar este desafío. La segunda es que podemos serlo, pero para ello tenemos por delante algunas tareas extraordinariamente exigentes.
Pero, ¿de qué estamos hablando cuándo aludimos a la idea de potencia alimentaria? ¿Entendemos todos más o menos lo mismo? Al respecto, si hiciéramos el ejercicio de reunir a nuestros dirigentes y líderes sectoriales, públicos y privados, y les preguntáramos a cada uno de ellos que entienden con tal concepto, muy probablemente tendríamos dispares respuestas, distintas interpretaciones, incluso algunas de ellas pudieran ser hasta contradictorias.
Posiblemente algunos sostendrían que lo sustantivo de esta apuesta es el aumento de las exportaciones y otros señalarán que lo definitorio es el posicionamiento de nuestros productos en los segmentos de mercado de más alto valor. Probablemente algunos afirmarían que esta es una idea fuerza a sostener exclusivamente al interior del país mientras otros manifestarán que Chile potencia alimentaria es casi como una marca para posicionarnos en los mercados mundiales.
Mi visión es que apostar a constituir a Chile en una potencia alimentaria significa proponerse ser de los mejores del mundo en el ámbito alimentario en al menos los siguientes aspectos: a) liderazgo en el ranking mundial de las exportaciones de un conjunto importante de productos, b) estar posicionados en los segmentos de más alto valor de los mercados más sofisticados del mundo, c) ser reconocidos como productores de alimentos de calidad, sanos, y confiables y d) tener identidad alimentaria. Incluso si se quiere ser más exigente con el concepto, este podría también referirse a la capacidad de imponer pauta en alguna tendencia de producción a través de la innovación.
En algunos de estos criterios existen actualmente avances relevantes, sobre todo en lo que se refiere a los puntos a) y c). Hoy el país tiene un liderazgo claro en la exportación de frutas y en el vino estamos entre los cinco mayores exportadores a nivel global. Actualmente somos el quinto exportador per cápita de alimentos del mundo. Por otra parte, nuestros alimentos son reconocidos como de calidad y confiables. Sin embargo, se nos ha hecho difícil incorporarnos en los segmentos de más alto valor en los mercados estadounidenses y europeos y nuestros productos alimentarios no son identificados como chilenos; es decir, carecen de una imagen identitaria común.
En lo que respecta a marcar alguna tendencia en la producción alimentaria, como podría ser, por ejemplo, el posicionamiento de alguna variedad o producto en los mercados externos, pareciera ser un desafío muy lejano de alcanzar. Por lo demás nunca ni siquiera nos lo hemos planteado. Este aspecto requiere innovación, más y mejor innovación, elemento donde existen grandes déficit.
De las argumentaciones desarrolladas en los párrafos anteriores se han ido perfilando algunas de las grandes tareas a implementar en esta década para concretar esta apuesta sectorial. Solo mencionaré las 8 más relevantes. Estas son:
a) Adaptar nuestra estructura productiva agrícola y alimentaria a los impactos del cambio climático y avanzar en el desarrollo de una industria alimentaria de bajo carbono y con alta eficiencia en el uso del agua.
b) Desarrollar la producción de alimentos funcionales, pues la demanda por estos seguirá aumentando en el planeta y los países con alguna pretensión de liderazgo ya está apostando a su desarrollo.
c) Invertir fuertemente en biotecnología y en nanotecnología. En este ámbito es importante fortalecer la regulación de los cultivos transgénicos.
d) Ampliar el Programa de Creación de Variedades de Frutales, promoviendo la exportación de genética y la creación de nuevos negocios.
e) Posicionar nuestros productos alimentarios en los segmentos de mercado de más alto valor de los países desarrollados.
f) Fortalecer las alianzas con actores mundiales líderes en el campo alimentario, de tal manera de que podamos recuperar terreno en el área de la innovación y de la formación de nuestros recursos humanos.
g) Concretar la implementación de un Ministerio de Agricultura, Pesca y los Alimentos.
h) Desarrollar una nítida identidad alimentaria, en el marco de un fuerte desarrollo de la imagen país.
A mi juicio, Chile potencia alimentaria es sobre todo una idea movilizadora, un gran ambición sectorial, quizás un “sueño” demasiado grande para hacerlo realidad en un país que todavía no se convence que puede ser desarrollado. No obstante todo esto, estoy convencido que podemos lograrlo.¿Qué opinas tú?
(Artículo publicado en el Blog de la Revista del Campo, Diario el Mercurio, del 19 de abril de 2010)
2 comentarios:
Estimado Arturo, opino que sí somos capaces de lograrlo. Y a la clara reseña de tareas que has presentado para conseguirlo, a mi juicio, le haría ciertos énfasis en unas por sobre otras, las programaría de una manera estratégica, secuencial en el tiempo, con objetivos a mediano y a largo plazo, medibles y mejorables por tanto, pero también flexible que vaya ajustándose a las señales del mercado y sobre todo a las de la Sociedad. Hay algunas que me parecen más estructurales y otras más de gestión, pero sin duda hay una que pudiera ser un punto de convergencia entre todas, la visión estratégica de este plan, el sueño que llamas, y que tiene que ver con el sentido ético global de ser líderes en la producción de alimentos, sanos y responsables con el medio ambiente y la comunidad. Para ello es primordial y condición sin equa non el trabajo mancomunado de las organizaciones, la gestión colaborativa interagencias (como aquí le llaman) entre privados, industria, sociedad civil y también los estados. Soy un convencido que sólo un eje ordenador sobre la base de la ética prevalecerá sobre virajes estratégicos, modas y tendencias, crisis económicas, y gobiernos de turno.
Un abrazo,
JP Belair
Juan Pablo:
Comparto plenamente lo del sentido ético de esta apuesta. Este sentido ético debiera expresarse en un consumo cada vez más conciente y responsable y en una producción que tenga en cuenta el bienestar de los trabajadores, de las comunidades locales y de la Tierra. Existen para ello dos conceptos muy potentes y que si se implementaran más masiva y plenamente el mundo sería otro: la responsabilidad y la confianza.
Un abrazo.
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