Una de las apuestas con resultados más esquivos de las realizadas en los últimos 20 años en relación al desarrollo de la pequeña agricultura ha sido la de la asociatividad. Así como en algunas de tales apuestas los logros fueron importantes, en esta los resultados son modestos. Esta apreciación es más fuerte si se tiene en consideración que el fortalecimiento organizacional estuvo siempre en el centro de los objetivos de la política agrícola hacia este segmento de la agricultura chilena.
Este es el típico caso de una apuesta correcta con dificultades de implementación. Este es un típico caso, además, en que contándose con una decisión clara y evidente, expresada en importantes recursos del presupuesto, no tuvo la contraparte de recursos humanos, públicos y privados, en la cantidad y calidad que la complejidad y exigencia de la tarea significaba. A veces se fue muy rápido, como con las organizaciones de negocios de la segunda mitad de los noventa, y otras muy lento, como en el caso de los centros de gestión durante la última década. En otras oportunidades faltó perseverancia, como en los últimos años en relación a las organizaciones por rubro.
A pesar de este contexto general, existen casos notables de asociatividad exitosa aunque pocos en relación a las dimensiones de la pequeña agricultura y en relación a las exigencias de competitividad de los tiempos que corren. Estos casos exitosos han combinado, en general, consistentes liderazgos de los dirigentes campesinos, profesionalización de la gestión y una adecuada evaluación del posicionamiento estratégico del negocio y de la asociatividad en relación a la cadena de valor en la que se desarrolla la actividad.
Pero seamos claros, la asociatividad en la pequeña agricultura es necesaria y sigue teniendo vigencia para el desarrollo de ésta. Si no miremos solamente los esfuerzos que realiza la mediana y gran empresa agropecuaria para tener organizaciones fuertes y modernas, esfuerzos que no siempre se ven gratificados por el éxito y cuando lo son es perfectamente constatable el valor adicionado por la organización. Si no miremos, además, los niveles de asociatividad existentes en todos los países con desarrollo agrícolas importantes.
En este ámbito de política agrícola hay que seguir perseverando, renovar el compromiso con el fortalecimiento organizacional y ajustar la estrategia de desarrollo y fomento asociativo. A partir de los éxitos y fracasos, así como de la experiencia internacional en esta materia, es necesario replantearse la forma como el desarrollo y el fomento asociativo se ha venido abordando. El desarrollo asociativo de negocios en cualquier parte del mundo tiene altas tasas de fracaso, como son altas también las tasas de fracasos de los emprendimientos en general.
Algunos de los criterios a partir de los cuales tal replanteamiento pudiera realizarse son los siguientes: a) la asociatividad siempre debe basarse en la decisión voluntaria de los pequeños productores, quienes son finalmente los que asumen la responsabilidad del éxito o fracaso de ella, b) el liderazgo dirigencial y la gestión profesional son imprescindibles, c) el aporte de valor de la asociatividad dependerá de cada cadena alimentaria y de los objetivos de negocios de los productores, d) deben explorarse formas en que una asociatividad esté constituida por distintos tipos de productores y e) aceptar que la respuesta asociativa no siempre es la mejor solución.
El desafío asociativo debiera entenderse y asumirse como tarea principal y esencialmente de los propios productores, la cual es apoyada por el Estado salvaguardando el principio de la autonomía. Son los productores los que deciden el negocio a realizar y el tipo de asociatividad que se dan. Pero también es necesario incorporar a otros actores a este desafío como son las universidades y los centros de estudios. Para tareas grandes, grandes alianzas. Hay que invertir más y mejor para poder contar con más y mejor asociatividad en la pequeña agricultura.
Desarrollar y fomentar la asociatividad de negocios es una tarea compleja, difícil y exigente que requiere de tecnología, capacidades, confianza y liderazgo. Aprendiendo de nuestros errores y aciertos, con pragmatismo, podremos aprovechar el potencial de desarrollo que puede tener la asociatividad para el desarrollo empresarial de la pequeña agricultura. Bien implementada, la opción asociativa puede ser un interesante instrumento para consolidar el aporte de este segmento de la agricultura chilena a la apuesta de transformar a Chile en potencia alimentaria.
Este artículo ha publicado por la Revista Del Campo del Diario El Mercurio del 31 de mayo de 2010.