Los tiempos actuales son tiempos de cambios. Esto, que es válido para los más distintos ámbitos del quehacer de nuestras sociedades, también lo es para el sector agrícola. Tanto es así, que la agricultura de nuestros días es distinta no solo a la existente tres décadas atrás, sino a la existente en la última década del siglo XX. La agricultura mundial y también la agricultura de América Latina vive una Nueva Revolución Agrícola.
Las notables transformaciones sectoriales se sustentan en los cada vez más sorprendentes usos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y de la biotecnología en el desarrollo agrícola; en los inéditos cambios en la gestión y modelos de negocios de las empresas agroalimentarias; y en las transformaciones que están ocurriendo en los mercados de productos agrícolas y en los comportamientos de los consumidores de todo el mundo. Todos estos ámbitos constituyen las principales fuentes de desafíos y de oportunidades para la innovación agroalimentaria. Además, recién estamos empezando a ver las primeras aplicaciones, aunque en muy pocos países todavía, de una nueva tecnología, de enormes e inimaginables aplicaciones, como es la nanotecnología.
Es necesario tener en consideración que si el desarrollo de las TIC, de la biotecnología y de la nanotecnología constituye una fuerza transformadora y de ampliación de las fronteras de posibilidades y de generación de riqueza, tal potencial se multiplica varias veces si tenemos en consideración la convergencia entre tales tecnologías. Estas convergencias están empezando a verse, por ejemplo, en la agricultura de precisión.
La Nueva Revolución Agrícola representa un conjunto amplio de oportunidades cuyo aprovechamiento dependerá de muchos factores, entre ellos, de las inversiones en ciencia y tecnología que realicen tanto el sector público como el privado; de la calidad de los recursos humanos, y de la estrategia para mejorarlos; de las políticas públicas de apoyo a los sectores productivos de pequeña y mediana escala; de las estrategias de gestión de los riesgos que afectan el desempeño del sector; y del desarrollo de los sistemas nacionales de innovación agroalimentaria.
El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) está fortaleciendo su apoyo a los países para que avancen en el desarrollo sustentable, competitivo e inclusivo de sus agriculturas. América Latina tiene un conjunto de “activos” para lograr incorporarse a esta Nueva Revolución Agrícola en marcha.
Este artículo fue publicado en PAdigital (Panamá) el sábado 9 de julio de 2011,
http://www.panamaamerica.com.pa/periodico/edicion-anterior/opinion-interna.php?story_id=1069314
2 comentarios:
La agricultura se ha tecnificado enormemente, sobre todo en los países más desarrollados, pero esto además implica varias cosas:
- Por una parte, hay que trasladar esa tecnificación de la agricultura a los países en vías de desarrollo, y a los países más deprimidos, como única forma de que alcancen la independencia alimentaria.
- Por otra parte, esa tecnificación no debe ni cesar ni frenarse, ya que es la vía que permitirá, en un mundo sometido a una superpoblación y a la amenaza de un cambio climático, someter al hambre y facilitar la igualdad de oportunidades entre los pueblos.
A mi entender, se requiere que como mínimo los actores de los sistemas agricolas posean valores, cultura y metas semejantes, a fin de que puedan intenten incorporar tecnologías que sean capaces de manejar y mejorar por si mismos.
Por el ello, el capital humano sería lo preponderante, y entonces me apena como se esta llevando acabo, desde las capacitaciones de nivel INDAP, las OTEC, hasta las mallas curriculares universitarias. Aún queda un largo camino.
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