Es a este juego-adivinanza al que nuestro planeta probablemente estuvo “apostando” en los meses previos y durante la Cumbre sobre Cambio Climático de Copenhague. O quizás no, debido a que ya hace mucho tiempo que concluyó que los países, especialmente los desarrollados, no han mostrado mayores gestos de buen trato y si lo aprecian lo hacen más bien inspirados en aquella vieja idea “del que te quiere te aporrea”.
El problema es que dada la fuerte relación que desde siempre ha existido entre el destino de la humanidad y el destino de la tierra, relación que se ha fortalecido fuertemente en esta Época del Antropoceno, este juego adivinanza debiera ser jugado como “nos queremos mucho, poquito, nada….; nos queremos mucho….”. Esto que cada vez es más obvio para una parte creciente de la humanidad no fue suficientemente obvio para los principales negociadores de Copenhague.
Hubo poca voluntad y generosidad de algunos países “grandes” para alcanzar un acuerdo vinculante de reducción de los gases de efecto invernadero a un nivel tal que se asegurase que la temperatura del planeta no aumente sobre los 2 grados durante este siglo XXI. Los recursos anunciados por Estados Unidos y Europa para apoyar a los países en desarrollo en la adaptación al cambio climático siendo una buena noticia fue opacada por la falta de acuerdo en el tema principal. Lo significativo es que no hubo acuerdo y que no está claro cómo, cuándo y dónde continuarán las negociaciones sobre este crítico problema global, el cual tenemos entre manos por lo menos desde hace dos décadas.
El fracaso de esta Cumbre, no ha sido una buena manera de terminar esta primera década del siglo y del milenio. En un tiempo en que producto de la crisis económica internacional se había estado hablando de una nueva globalización, más regulada y mejor gobernada, muchos habíamos confiado en que esta Cumbre sería un primer importante test y que lo sortearíamos razonablemente bien. Pero no ha sido así. Los antecedentes que fueron siendo conocidos a través de la prensa sobre el ambiente de beligerancia y del desorden de cómo las cosas fueron sucediendo en las dos semanas de sesiones en Copenhague superaron en algunos aspectos los más pesimistas pronósticos que se realizaban algunos meses antes de la realización de esta Cumbre.
A pesar de tales resultados, estoy convencido que desde una perspectiva global la década que se inicia será mejor que la que se va. La humanidad tiene, aunque no siempre lo demuestre, una rara capacidad de reaccionar cuando se acerca a los abismos. El mundo tiene en los Objetivos del Desarrollo del Mileno, en la Ronda de Doha y en la mitigación y la adaptación del cambio climático nuevas oportunidades para probarnos que somos capaces de, en el contexto de un nuevo multilateralismo, asumir cada país su responsabilidad, proporcionalmente a su peso pasado y presente en el mundo, y no siempre echarle la culpa a los demás o mirar para el lado.
Chile, bajo el criterio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, ha sostenido, y así lo hizo en Copenhague, que seguirá implementando medidas para asumir su responsabilidad a través de distintas iniciativas de mitigación. Esto habla bien de nosotros, aunque tenemos a nuestro “debe” el aumento de emisiones producto del camino que ha tomado nuestra matriz energética. En este contexto, nuestro país tiene una interesante oportunidad en el concepto de Agricultura Carbono Neutral.
La humanidad como pocas veces en su historia, está frente a un notable e inédito desafío que es tecnológico y económico pero principalmente ético y cultural. La nueva década que tenemos por delante, la de los “teen years”, debiera motivarnos para que ejercitemos con audacia e inteligencia la sensibilidad ambiental y la vitalidad de la adolescencia y juventud de los años que se nos viene por delante.
link: documento de "acuerdos" Cumbre de Copenhague
1 comentario:
Comparto tu opinión crítica, en el sentido de que los "grandes" países no estuvieron a la altura de las circunstancias ni asumieron su responsabilidad en Copengahue. Rescato la visión optimista que cree en el sentido de responsabilidad colectiva de la humanidad, la que sabrá reaccionar a tiempo y ojala que así sea para el bienestar de las futuras generaciones y la sanidad del planeta, pero mi aprehensión "histórica" es que lo mejor de la humidad sólo aflora después de las crisis, lamentablemente. El problema no es que "nos queramos mucho o poco" sino que nos queremos demasiado como para entender que debenmos querar más a la Tierra.
André Laroze
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